Hace bastantes
años, que una señora vino a darse masajes de reflexología, alguien la había
hablado de mí y quería probar, pues llevaba tiempo con unos problemillas y no
se le quitaban.
Durante dos
o tres sesiones, me miraba con cara extraña, escuchando mis explicaciones del
origen de sus problemas.
Es extraño
que, mirándole los pies a una persona desconocida, sin preguntar nada,
comiences a decir, que tiene los problemas que ella se crea y el porqué de ello,
que obviamente, se basa en una observación personal de los pies, una forma de
entender la vida, una filosofía de lo que somos, lectura de otras opiniones y
algo que tienes que hacer personal, para explicarle su vida y tener suficientes
aciertos para que vuelvan.
Tras escucharme
durante esas sesiones en silencio, me dijo que era catedrática de filosofía y
jefa de estudios en uno de los buenos institutos de Madrid, al menos con fama
de bueno.
A lo que
respondí, que yo no tenía estudios, que solamente había hecho la FP, donde no
se estudiaba filosofía.
Me comunicó
que lo que le contaba era un sinsentido, que mezclaba teorías de diferentes filósofos
que eran opuestas, y me enseñó el nombre de algunos filósofos que desconocía, junto
con sus teorías, y otros que sabía sus nombres aprendí acerca de lo que
pensaban.
Seguimos no
obstante, argumentando durante unos dos años. Poco a poco, supe de quienes
decían entre varios mis teorías, yo le hablé de mi Maestro, y un día me preguntó
acerca de dónde salían mis teorías, porque a pesar de todo comenzaban a
parecerle lógicas.
Mi explicación
fue, que yo hablaba de lo que mi Maestro había despertado en mí, ella había
aprendido la filosofía de los filósofos para enseñarla, para comprobar en los
exámenes que la había enseñado correctamente y el aprendizaje había sido
correcto. Algo que impide enseñar desde lo que realmente es tuyo.
Pasado un
año aproximadamente, me dijo que esa semana había estado llorando un día. A sus
años que la habían llevado a la jubilación, de nuevo las lágrimas habían caído de
sus ojos: “Se había sorprendido a sí misma, riendo como cuando tenía 17 años”,
desde los veintipocos, casada y con responsabilidades había olvidado reír, era
esposa y madre, catedrática de estudiantes.
Otro se
sorprendió cantando al hacer algo, medio bailando y llena de alegría.
Fue el
comienzo de los cambios, los problemas en el olvido, y según ella sintiendo que
estaba viviendo.
Muchas cosas
habían cambiado, no en el mundo, sino en ella, que permitían una visión y
actitud diferente en su vivir.
Mientras, yo
he seguido pagando mis gastos con los masajes, que es lo bueno que yo he
encontrado en ellos. Las personas con su esfuerzo realizaron los cambios que yo
no estoy capacitado para realizar, aprendí algo de filosofía y me pagaron por
ello.
Ella cambió,
lo habría hecho de cualquier manera, pero lo que cambió fue la Vida dentro y
fuera para ella.
Un día me
dijo que había comenzado a leer filosofía oriental, que siempre había pensado
que estaba equivocada, a veces me preguntó lo que yo entendía en algunas de las
teorías y ella me explicaba, lo que había entendido desde su conocimiento de la
filosofía occidental.
Los dos
aprendimos, algo que es lo importante en las relaciones, el verdadero
enriquecimiento.
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