A veces
cuando vemos salir a las juventudes a protestar, deseando cambiar todo, tratar
de destruir lo que hay establecido, rompiendo y quemando las propiedades de
quien no conocen.
Cuando vemos
fotos publicadas por jóvenes, con alguien que piensa diferente con un tiro en
la frente, o siendo expulsado, castigado o privado de sus derechos, reclamando
libertad, democracia y su derecho a la libre expresión.
Cuando vemos
que niños y jóvenes, en edad de estar jugando, de tener granos en la cara, de
ponerse colorados al mirar a alguien del otro sexo porque les gusta, salir a la
calle o manifestar en el colegio sus ideas políticas.
Cuando
vemos que las juventudes están más preocupadas por ideas sindicalistas,
políticas, de destruir todo para crear una vida nueva en la que no puedan vivir
los que piensan diferente o los considerados malos.
Lo que nos
queda es buscar culpables. Sus padres, los poderes, el adoctrinamiento, los
demás, faltándoles al respeto al considerarlos incapaces de pensar por sí
mismos.
No importa
que sea lo que vemos alrededor, hay que manifestarlo, pero no perder la
esperanza de que un día, piensen por sí mismos, abriendo la puerta que lleve a la Humanidad.
Cambiar el
mundo nunca puede realizarse desde la destrucción. Es desde el cambio, desde el
conocimiento y la Sabiduría, que nos lleve a cambiar nuestra individualidad, lo
que abrirá la puerta de la Humanidad.
Algunos de
los poemas que escribí en mis tiempos más jóvenes, hablaban de ello.
( 19 - II - 78 )
¡Oh, juventud que luchas!,
Por cambiar el mundo
en el que has nacido,
con luchas incruentas
que ya has perdido,
el mundo da vueltas,
vuelve al mismo camino,
cuando alborozado,
orgulloso y ufano,
piensas que es distinto,
solo tú has cambiado,
él sigue siendo el mismo
KUTA ( 20 - V - 80 )
¿Por qué lloran los muertos?. Dicen, que los
muertos están llorando por un mundo que han perdido, en su mundo flotando,
sabiendo que volverán para encontrar, lo que les vamos dejando, nosotros en él
metidos, ellos desde afuera mirando, viéndonos en guerras, en divisiones de
terrenos vanos, que nada son sin el hombre, este que tratamos de
individualizarlo, en lugar de ser uno por uno, individuales, viviendo en un
solo campo, nos miramos a los pies y decimos: “este es mi campo sagrado”.
Por eso lloran los muertos, que viven fuera del camposanto.
Sus lágrimas, riegan
las flores, donde los cuerpos de unos hombres que estuvieron equivocados, yacen
en sepulturas, en campo abierto o campo vallado, que ninguno sale fuera, solo
adentro, todos vamos llegando, paso a paso, entre suspiros y lamentos, entre
pensamientos vanos, de si quiero o no quiero, solo deseos, no quereles sanos.
Mentes enfermas,
individualización que equivocamos, con: tú allí, esto es mío, aquél es tu país,
quiero vivir separado. Esto ven los muertos y siguen llorando, sobre campos de
batalla, sobre dineros que felicidad no han comprado, así viven con miedo de
volver y encontrarlo, como ellos lo hicieron, o peor, como lo dejamos. Sus lágrimas,
sus lamentos, nos dicen sus equivocaciones, las nuestras y los cambios.
Escuchemos en silencio sus canciones, sus pasos, uno a uno, no, no son dos, son uno y uno, que andan el mismo camino, diferentes, ayudando. Sequémosles las lágrimas, no nos encontremos un día llorando, viendo nuestro mundo sin rumbo, sin timón y sin mando. Si supiéramos de sus lloros de cuerpos descarnados, en un mundo de sombras, con luces para los visionarios o para aquellos que buscan, u otros que saben, dónde debemos encaminarnos.
Escuchemos en silencio sus canciones, sus pasos, uno a uno, no, no son dos, son uno y uno, que andan el mismo camino, diferentes, ayudando. Sequémosles las lágrimas, no nos encontremos un día llorando, viendo nuestro mundo sin rumbo, sin timón y sin mando. Si supiéramos de sus lloros de cuerpos descarnados, en un mundo de sombras, con luces para los visionarios o para aquellos que buscan, u otros que saben, dónde debemos encaminarnos.
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