No pretendo molestaros

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Yui Shin

sábado, 11 de noviembre de 2017

CAMINAR

          El caso 46, del Mumonkan se refiere a un hombre atascado en lo alto de un poste de 10 metros. El dilema es, qué se puede hacer cuando tu vida depende de cualquier movimiento, cuando no puedes avanzar ni retroceder, si no es arriesgando tu existencia, titulado “El Hombre de Pie en un Poste”, de Sekiso, es la situación que le plantea a sus discípulos, ¿Qué haríais en lo alto del poste?, una pregunta que se extiende a todos nosotros en cada ahora de nuestras vidas.
 Sekiso preguntó, “¿Cómo puede continuar si usted se encuentra de pie en lo alto de un poste de 10 metros?”, la pregunta es simple, pero la duda es demasiado grande para responder, de ahí la respuesta de Sekiso: “Dando un paso adelante”.
          No importa cuál es nuestro ahora, la posición que ocupamos, nuestros logros o fracasos, hay que dar un paso adelante.
          Escribe hoy Juan de la situación de Jesús, de Juan el Bautista, y su acercamiento a Dios el Padre de todos. Tan cerca y a la vez tan lejos de Él. Al igual que todos nosotros, nos encontramos tan cerca de lo que somos y tan lejos de serlo. Estamos tan lejos de nuestra Humanidad, sin poder dejar de serlo, sumidos en la indecisión de: “¿Qué hacer cuando estamos tan alto?”
          En un aquí en el cual hemos encontrado la comodidad, sabiendo qué hacer y cómo comportarnos.
          En un aquí sólido, estable, conocido, en el cuál podemos vivir, relacionarnos, crear una vida y un futuro. ¿Cuál sería el objeto de abandonarlo?, hay que mejorarlo con leyes, con estamentos y estructuras que nos permitan vivir mejor, más felices y con menos carencias. Es nuestro poste amado, en el que a pesar de todo nos sentimos ahora, sabiendo que estamos en él.
          Es el llegar a saber que Buda y yo somos uno, aislados de cuanto nos rodea, subidos en un poste en el cual solamente nuestro ego inmanifestado tiene espacio para existir.
          Juan ha alcanzado el mundo espiritual, lo enseña y transmite a cuantos le escuchan. Seguido por sus discípulos, recorre las tierras anunciando la llegada del Espíritu, pregonando que el desierto finalmente está a punto de florecer.
          Pero es un saco lleno de cosas: “Juan, los discípulos, el mensaje, el Espíritu, el florecimiento del Amor en el desierto de nuestros corazones, ….,”, demasiados incluso para estar en lo alto del poste, en el cual solamente el Maestro puede estar.
          Hay que dar un nuevo paso, hay que elegir entre el cuerpo y el Espíritu, hay que decidir si somos el hombre que sabe y trata de encontrar la espiritualidad, o somos el Espíritu Viviente del Padre. Abandonada la cabeza, dado el paso adelante, el Maestro se asienta en el poste.
          Pero aun estando solo, el Maestro ha perdido, olvidado su mundo dual, está en el Espíritu, pero tiene que comer, tiene que procrear, tiene que sentir el frío y el calor. La soledad, el ser Dios, no puede hacernos olvidar la Creación.
          El nuevo paso, es el de la Cruz, el que con toda seguridad nos hará perder la individualidad que somos. Desde lo alto, el paso que vamos a dar significa la muerte de la individualidad.
          Quien cae del poste, recupera de nuevo el cuerpo y puede visitar a sus discípulos, a su madre, a sus amigos. No ha encontrado el Espíritu, pues este también ha dado el paso desde lo alto.
          El Universo ha muerto con el paso dado, solamente queda la Vida, con nada que exista.
          Mientras, reunida en la primera cena, la Creación da gracias por existir. No teniendo a quién dárselas, se hace gratitud. No teniendo qué comer, se entrega a todos. No teniendo nada creado, no pudiendo existir, dando un paso al frente se hizo Vida, sin que hubiese algo que viviese o vivir.



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