A veces,
consideramos un insulto el que digan algo desagradable o fuerte acerca de
nosotros. Si alguien dice que somos “gentuza”, pensamos que nos insultan.
Lo que al
menos yo pienso que deberíamos hacer es, ante todo, si esa persona tiene
fundamentos para lo que dice, tratar de analizar sus razones, porque lo más
triste sería que consideráramos un insulto que alguien diga la verdad acerca de
nuestra actitud o nuestras acciones al convivir.
No es una
cuestión que afecte a esa persona, que puede estar equivocada, acertada o que
su análisis haya sido incorrecto, la importancia de esa opinión es el que podemos
conocernos mejor, si es una equivocación podemos ayudar a esa persona a no
estar equivocada. Si es un análisis incorrecto, podemos dialogar para aprender
ambos, de la parte incorrecta y de la correcta lo que buenamente estemos
preparados cada uno a aprender.
Una opinión
no debe ofendernos, pues no cambia lo que somos, siendo simplemente la
apreciación de alguien, que si es sincero consigo mismo, viene desde la
honestidad, independientemente de lo equivocada o acertada y que siempre puede
servirnos para aprender.
Si esa
persona, simplemente trata de hacernos daño, su opinión no viene de su
honestidad consigo mismo, sino por su pertenencia a un grupo o por no ser capaz
de usar una apreciación propia debido a su adoctrinamiento, debemos tratar de
ayudarla sin mirar demasiado si es capaz de escuchar, es suficiente con poner
una semilla por si algún día germinase.
La libertad
de opinión es algo que debemos de conceder a los demás, no es algo que debamos
exigir, porque solamente crearemos violencia si los demás piensan que estamos
equivocados.
Podemos mirar
alrededor y darnos cuenta que nuestras opiniones vienen de la libertad de expresión
siempre, pero las demás son creadas desde la mala fe, desde el deseo de hacer
daño o la mentira.
Por eso es
la aceptación de las opiniones ajenas, lo que debemos usar para conocernos,
ninguna de ellas será la verdad, pero puede enriquecer la única opinión
importante que hay acerca de nosotros: “La nuestra”. No importa si nos observamos correctamente, ni si
estamos totalmente equivocados, si somos honestos con nosotros mismos, siempre
aprenderemos de cualquier opinión, no porque sea cierta sino por nuestro deseo
de mejorar.
Argumentar,
es buscar nuestro conocimiento, aportando nuestras opiniones, necesarias para
el enriquecimiento de los demás que deseen aprender, porque la dignidad nace de
la honestidad y sinceridad de nuestras opiniones, no de su acierto o error.
Estar en
posesión de la verdad, para echar el peso de nuestro conocimiento sobre la
ignorancia ajena, es indignidad también.
Podemos adoctrinar
a los demás, contarles la vida como nosotros la vemos, decirles lo que deben de
hacer para encontrar la felicidad, convencerles de que tenemos la razón, pero
si somos: “Personas, gente o gentuza”, no
es solamente la acción, sino, qué hay en nosotros al realizarla lo que
determina lo que somos. Si buscamos nuestro beneficio, incluso deseando el bien
de los demás, seremos gentuza.
Se inicia con una gran verdad "lo más triste sería que consideráramos un insulto que alguien diga la verdad acerca de nuestras acciones o de nuestras actitudes al convivir". A esta verdad le sigue un razonamiento equitativo entre lo que somos, lo que es el otro y la oportunidad de crecimiento que, en beneficio de ambos trae esa palabra que, aparentemente y a la ligera suele llamarse "insulto". Infinitas gracias Yui shin.
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