Escrito en el año 1979, cuando la
importancia de las cosas era por sus resultados, en lugar de lo que se aprendía
y entregaba al hacerlas. Es quizás en esto que escribía, en el choque de mi
cultura y forma de ver la vida y la sociedad, donde comienza a cambiar mi
camino, mi visión de lo que me rodeaba, al poder comenzar a vivir en la India,
olvidando mi lugar de nacimiento, simplemente mirando a mi alrededor y pasar de
la crítica o el enjuiciamiento, a aprender.
En casi
todos los puntos en los cuales puedes aparecer en la India, si vienes por aire
desde cualquier país de occidente, la primera impresión es de calor agobiante y
bochorno. Si acaso ya traes alguna idea preconcebida, lo primero (antes de
salir del aeropuerto) que debes de hacer es borrarla, comenzar a ver con ojos y
a poder ser con un espíritu nuevos todo lo que hay alrededor tuyo. Este país
con fama de pobreza, falta de alimentos y mucho sufrimiento, comienza a abrirte
sus puertas.
El paisaje
de montaña, puede ofrecerte en cuanto a variedad todo lo que puedas pedir:
cascadas, manantiales, bosques, maleza, jungla, desolación, sequedad, nieves
perpetuas, ríos que bajan entre rocas y piedras, a velocidad de vértigo,
frutales a más de 2.000m. de altura, cientos de árboles cortados y otros tantos
creciendo para reemplazarlos. Todo, ofreciéndote un vivir majestuoso, fuerte y
constante, una lucha a muerte entre cada parte y una paz espiritual en la que
puedes sentir, cómo te separas de todo tu entorno. Ver desde lo alto, la falda
de la montaña y un valle lleno de arrozales, mujeres, niños y algunos hombres,
hasta cerca de las rodillas en el fango, punteando de colores los rectángulos,
verde brillante donde crecen los retoños del arroz. Valles a millares,
pequeños, grandes, entre colinas, rodeados de altas montañas, pero en general,
todos diferentes, solo coinciden en una cosa: su riqueza floral y por supuesto
en su belleza.
Ves luego
las ciudades pintorescas, con sus templos pequeños, generalmente dedicados a
sus dioses tan diferentes a los cristianos y sin embargo tan cerca en el fondo.
Sus caras pequeñas, obscuras y ahumadas por el fuego de los incensarios y
velas. Sus calles conductoras en su superficie, de toda clase de desperdicios y
excrementos, con los animales paseando por ellas y unas vacas que sienten
enorme predilección por acostarse en el medio de ellas cuando ven venir un
coche, en algunas puedes ver multitud de perros famélicos, sin pelo, con la
piel amoratada y algunos llenos de llagas. Perros con malformaciones. Animales
que comen trapos y papeles e incluso excrementos de otros. Niños corriendo,
sentados, tumbados, pero en grandes cantidades. Algunos con sus ojos pintados,
otros desnudos, otros que parece que no han tocado nada de limpios y
arreglados, los ves en sus juegos, sus negocios, .... Ves chicos vestidos de
chica para protegerlos de los espíritus o porque son hermafroditas, otros con
sus moños y trenzas, (algunos con el pelo suelto), porque su religión les
prohíbe cortarse el pelo a los hombres, (los Sikhs). Pero lo que tienen la
mayoría, son unos ojos por lo general negros u obscuros, en los que se
contempla la inocencia de la infancia, junto con el saber que da una vida en la
que se carece de mucho y el tener que buscar la comida al menos muchos días, el
saber de la vida dura, suavizado por el modo de ser de su religión, antigua y
que los mantiene en un estado de conformismo excesivo y que no les ofrece un
futuro demasiado grato. Pero aquí sin duda, encontrarás millones de caras con
expresiones, olvidadas en el mundo occidental, misteriosas como la vida misma, “Caras de
felicidad”.
Y cuando
son hombres, el que no ha logrado un puesto en algún trabajo, le espera el
trabajo de las bestias, acarreo y descarga de bultos, bajo cuyo peso parece que
se van a romper, darle pedales a un riksaw, recoger la basura con las manos, o
cualquier trabajo en los que el esfuerzo no es compensado, ni por el dinero, ni
por el resultado de tanto trabajo.
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