La mayoría
de las veces, lo que nos va a llevar al entendimiento de algo, especialmente
por medio del lenguaje, es la estructuración que hemos establecido a nivel
mental del entendimiento simple de las palabras o de las frases.
En una
sociedad, en la que son las máquinas las que toman las decisiones acerca de los
usuarios, sus preguntas y problemas con las administraciones, servicios y
empresas que los prestan, nos encontramos en una situación en que la máquina o
persona con la que estamos hablando nos dice: “Que no es competente, que no
tiene competencias o que no puede decidir o dar respuesta”. Algo que
normalmente nos lleva a pensar que es alguien incompetente.
No es que
nos equivoquemos en la mayoría de las ocasiones, pero realmente es fruto de la
casualidad. Por muy eficiente y profesional que pueda ser alguien, siempre hay
competencias en las que no tiene capacidad de decisión.
Luego, el
que acertemos acerca de la incompetencia de estas personas, es simplemente
fruto de la casualidad y no de un razonamiento riguroso y correcto.
A veces
cabría llegar a pensar que es que las personas que trabajan en las
administraciones y para dar respuesta a los usuarios, son elegidas solamente
por su incompetencia, y no se les da competencias para decidir, precisamente
por ello.
Suelo
hablar a menudo acerca de Dignidad, al ser el blog referente a los Conceptos,
trato de entender las palabras, desde el significado que deberían tener en
ellos.
Generalmente
una persona indigna, es que usa el opuesto de la dignidad. Algo que no tiene
nada que ver con una persona sin dignidad.
Cuando
escribo o hablo de personas sin dignidad, que en mi opinión somos la mayoría,
por eso no hemos pasado de los albores de ser personas, situándonos en el nivel
de gente, en la mayoría de los casos. No significa que no se pueda ser alguien
bueno, sino que no se tiene dignidad, que es algo diferente.
Lo que
llamamos una buena persona, es alguien que ayuda y le dice a los demás lo
correcto o lo que es mejor decirle. En un caso concreto: “Cuando el pueblo está
pensando y murmurando, preguntándose si el rey Alfonso habría tenido algo que
ver en la muerte de su hermano Sancho”, todos callan, solamente Rodrigo Díaz,
se atreve a preguntar al poder, por lo acaecido.
Incluso si
el único que no era bueno y honrado, hubiese sido Rodrigo, fue el único que
arriesgó su bienestar por la Verdad, el que intentó que prevaleciese la
Dignidad, que le costó el destierro. No importa lo histórico o leyenda del
suceso. A veces, lo que podemos ver posteriormente es: “Si la dignidad es
desterrada o no de nuestras vidas, de nuestros hogares, de nuestras tierras”.
Dignidad
es la Verdad, el ser lo que se es por encima de los beneficios, tratando de no
dañar, pero si hay que decidir entre las dos opciones, la mayoría de las veces
la Dignidad se inclinará por la Verdad. Podrá matizarla, pero nunca orillarla.
No tener
dignidad, no nos hace indignos. De la misma forma que: no tener frío, no indica
que se tenga calor.
Lo que sí
indica es que no somos capaces de vivir y defender la Verdad. Que caminamos en
el camino fácil, en el del rebaño, en el de la no confrontación, en el de la
complacencia hacia los demás que no nos cree conflictos o esfuerzos.
No es ser
buena persona, lo que nos confiere la dignidad, sino ser defensores de la Verdad
de la propia Vida, llena de errores, pero la verdad de nuestros corazones, de nuestra
mente, de nuestro Ser, que desde la aceptación de la dignidad y verdad de los demás,
nos lleve a aprender de todo cuanto existe alrededor, incluso de nosotros mismos,
porque es desde esa Verdad, desde esa dignidad, de donde adquiere Dignidad la Vida
y esa Verdad que se busca.
No es solamente
la bondad, la humildad lo que da dignidad a la Vida, sino la Verdad, llena de errores
que crean una nueva Verdad. Porque Verdad es: ser lo que somos, a veces teniendo
que desterrar lo que queremos ser o lo que hemos creado, que sin ser mentira, les
falta la Dignidad.
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