No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 1 de febrero de 2018

VIVIR CON DIGNIDAD

          Miremos donde miremos, siempre podemos encontrar un libro, una frase, un refrán o un conocimiento popular, que nos diga qué debemos hacer para encontrar el amor, la comprensión, la solución al dilema, que nos agobia. Pero siempre es crear lo que ya somos, pero somos incapaces de manifestar.
          Hay un gesto en Japón, que es poner los dos puños a continuación de la nariz, puede que tenga otros significados, pero mi Maestro decía, que era el deseo de poner una nariz donde ya existía una y verdadera nariz.
          Buscamos una paz, una armonía, una convivencia y una sociedad, donde reinen estos valores y la humanidad se manifieste. Pero ya fuimos creados como seres humanos, hemos decidido que somos los únicos seres humanos del Universo, creados a imagen y semejanza del Dios de cada uno.
          Defendemos que seres de otras galaxias, han venido a obligarnos a ser humanos, pero creemos que los que vengan de otros planetas, vendrán a conquistarnos, a esclavizarnos o destruirnos, dudando incluso de su humanidad, al igual que se la negamos a animales y plantas de nuestro planeta. Todos ellos sacrifican sus vidas para que podamos vivir, todos ellos sobre todo las mascotas, nos dan más amor cada una, del que reciben de nosotros en su totalidad. Porque ellos nos hacen compañía y nos alegran la vida, nosotros los tenemos por ello: para que nos hagan compañía y nos alegren con su amor, dándoles el que no somos capaces de manifestarnos a nosotros mismos o a otras personas.
          Creemos que la imposibilidad de lograr esta convivencia soñada, es a causa de los poderes, del mal, de los demás, de la naturaleza “humana” (algo imposible), siempre buscando fuera o dentro, en el pasado o el futuro, en que cambien los demás.
          Si mirásemos en los libros antiguos, veríamos a los dioses del Olimpo, mintiendo, engañando, en luchas fratricidas y filiales, entre compañeros y ansiando el poder de otros dioses.
          Desde las traiciones a Viriato, a Jesús, a cualquiera en cualquier momento de la prehistoria o la historia, entre poderes, entre reyes, entre vecinos del pueblo, entre amigos y hermanos, podemos mirar y encontrar que no hay diferencias con lo que vivimos ahora.
          Los derechos, las leyes, la ONU, las ONGs, todas las ayudas y personas dedicadas a buscar y ayudar, no han disminuido las guerras, las ambiciones, las traiciones, la avaricia, o la falta de humanidad. No importa cuánto se dé o gaste en ayudar a la necesidad o la paz. En las Cruzadas y antes, había monjes y gentes ayudando a los necesitados, se había establecido el diezmo y el que no se podía negar cobijo y ayuda al necesitado que acudía a tu puerta.
          Pero miente el necesitado, miente el que tiene, miente el que pide justicia y el que dice administrarla.
          Mienten y engañan el poderoso, el señor, los nobles, los dirigentes, el pueblo y los pobres.
          No hay un momento en la manifestación del hombre o en una civilización, en el cual los valores y dignidad en las sociedades se hayan respetado o hayan sido las guías de nuestro comportamiento y convivencia.
          Incluso es difícil encontrar una sociedad en la que los valores, la ética y la dignidad, hayan sido entendidas tan siquiera como valor o concepto.
          Vivir en la verdad, la sinceridad personal, es el principio donde debe de establecerse la dignidad. Creemos que dignidad es ser buena persona, o hacer lo correcto que nos dicen las leyes, cumplir con las leyes de la convivencia o hacer lo que se espera de nosotros. Pensamos que ser dignos es hablar correctamente o pensar correctamente.
          Pero si en nuestras vidas no nos manifestamos desde nuestra verdad, desde la verdad que creemos, siendo ante todo honestos con nosotros mismos, no hay dignidad.
          Si por armonía contemporizamos, dando respuestas agradables a los demás, independientemente de lo que nos dicen, o si son contrarias entre sí, no hay dignidad.
          Dignidad es vivir y defender la Verdad, por muy equivocados que estemos. Porque desde la equivocación y aceptación de argumentar nuestra verdad, con las de los demás, surge la Sabiduría y cuando no, al menos el conocimiento.
          Cuando mentimos o no defendemos la Verdad, es el nacimiento de la Indignidad. Una buena persona, puede no tener dignidad por tener miedo a expresar su verdad, pero no es una persona indigna.
          Independientemente de si somos buenas o malas personas, podemos vivir con dignidad, siempre que aceptemos y respetemos nuestra verdad.
          La verdad del mentiroso es la mentira, pero “debe dejar claro que es un mentiroso”.

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