Miremos
donde miremos, siempre podemos encontrar un libro, una frase, un refrán o un
conocimiento popular, que nos diga qué debemos hacer para encontrar el amor, la
comprensión, la solución al dilema, que nos agobia. Pero siempre es crear lo
que ya somos, pero somos incapaces de manifestar.
Hay un
gesto en Japón, que es poner los dos puños a continuación de la nariz, puede
que tenga otros significados, pero mi Maestro decía, que era el deseo de poner
una nariz donde ya existía una y verdadera nariz.
Buscamos
una paz, una armonía, una convivencia y una sociedad, donde reinen estos
valores y la humanidad se manifieste. Pero ya fuimos creados como seres
humanos, hemos decidido que somos los únicos seres humanos del Universo,
creados a imagen y semejanza del Dios de cada uno.
Defendemos
que seres de otras galaxias, han venido a obligarnos a ser humanos, pero
creemos que los que vengan de otros planetas, vendrán a conquistarnos, a
esclavizarnos o destruirnos, dudando incluso de su humanidad, al igual que se la
negamos a animales y plantas de nuestro planeta. Todos ellos sacrifican sus
vidas para que podamos vivir, todos ellos sobre todo las mascotas, nos dan más
amor cada una, del que reciben de nosotros en su totalidad. Porque ellos nos
hacen compañía y nos alegran la vida, nosotros los tenemos por ello: para que
nos hagan compañía y nos alegren con su amor, dándoles el que no somos capaces
de manifestarnos a nosotros mismos o a otras personas.
Creemos
que la imposibilidad de lograr esta convivencia soñada, es a causa de los
poderes, del mal, de los demás, de la naturaleza “humana” (algo imposible),
siempre buscando fuera o dentro, en el pasado o el futuro, en que cambien los
demás.
Si
mirásemos en los libros antiguos, veríamos a los dioses del Olimpo, mintiendo,
engañando, en luchas fratricidas y filiales, entre compañeros y ansiando el
poder de otros dioses.
Desde las
traiciones a Viriato, a Jesús, a cualquiera en cualquier momento de la
prehistoria o la historia, entre poderes, entre reyes, entre vecinos del
pueblo, entre amigos y hermanos, podemos mirar y encontrar que no hay
diferencias con lo que vivimos ahora.
Los
derechos, las leyes, la ONU, las ONGs, todas las ayudas y personas dedicadas a
buscar y ayudar, no han disminuido las guerras, las ambiciones, las traiciones,
la avaricia, o la falta de humanidad. No importa cuánto se dé o gaste en ayudar
a la necesidad o la paz. En las Cruzadas y antes, había monjes y gentes
ayudando a los necesitados, se había establecido el diezmo y el que no se podía
negar cobijo y ayuda al necesitado que acudía a tu puerta.
Pero
miente el necesitado, miente el que tiene, miente el que pide justicia y el que
dice administrarla.
Mienten y
engañan el poderoso, el señor, los nobles, los dirigentes, el pueblo y los
pobres.
No hay un
momento en la manifestación del hombre o en una civilización, en el cual los
valores y dignidad en las sociedades se hayan respetado o hayan sido las guías
de nuestro comportamiento y convivencia.
Incluso es
difícil encontrar una sociedad en la que los valores, la ética y la dignidad,
hayan sido entendidas tan siquiera como valor o concepto.
Vivir en
la verdad, la sinceridad personal, es el principio donde debe de establecerse
la dignidad. Creemos que dignidad es ser buena persona, o hacer lo correcto que
nos dicen las leyes, cumplir con las leyes de la convivencia o hacer lo que se
espera de nosotros. Pensamos que ser dignos es hablar correctamente o pensar
correctamente.
Pero si en
nuestras vidas no nos manifestamos desde nuestra verdad, desde la verdad que
creemos, siendo ante todo honestos con nosotros mismos, no hay dignidad.
Si por armonía
contemporizamos, dando respuestas agradables a los demás, independientemente de
lo que nos dicen, o si son contrarias entre sí, no hay dignidad.
Dignidad es
vivir y defender la Verdad, por muy equivocados que estemos. Porque desde la equivocación
y aceptación de argumentar nuestra verdad, con las de los demás, surge la Sabiduría
y cuando no, al menos el conocimiento.
Cuando mentimos
o no defendemos la Verdad, es el nacimiento de la Indignidad. Una buena persona,
puede no tener dignidad por tener miedo a expresar su verdad, pero no es una persona
indigna.
Independientemente
de si somos buenas o malas personas, podemos vivir con dignidad, siempre que aceptemos
y respetemos nuestra verdad.
La verdad del
mentiroso es la mentira, pero “debe dejar claro que es un mentiroso”.
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