No pretendo molestaros

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Yui Shin

lunes, 9 de abril de 2018

CUANDO MIRAMOS

          Dice el Maestro que: “El ignorante cuando el dedo del Maestro señala la Luna llena, solamente mira al dedo”.
          Miramos tantas veces, tratando de ver a: “Buda, Dios, la Vida, el Amor, la Religión”, que a lo máximo que llegamos, es a ver a Buda meditando transmitiéndonos tranquilidad, o escuchamos sus palabras en el Silencio de la ausencia de sonido. Vemos a Dios tan alto y apuesto, recibiéndonos en el amor y la paz celestial. Observamos la manifestación de la Vida, creyendo verla. Vivimos el Amor, viéndolo en lo que nos es necesario o nos gusta. Percibimos la esencia de la Religión en sus escritos, en sus símbolos, en cómo es explicada y se manifiesta en el vivir de sus creyentes.
          La flor de loto donde se sienta Buda, no tiene que ser el loto, que crece del lodo símbolo de la mente emocional, atraviesa el agua del mundo emocional, para crecer majestuoso, perfumado y sin mácula en el aire de la actitud, del alma, del Espíritu.
          Le rezamos a la Cruz, pidiéndole no cargarla en nuestras vidas, en el deseo de vivir en paz, felicidad y sin carencias.
          Quizás olvidados de que al menos hay que ver el dedo del Maestro. Ese que nos enseña que las flores crecen en cualquier medio: “En el mundo mental de los desiertos, en el mundo de los terrenos fértiles, ricos y regados por las emociones de la lluvia, en páramos casi sin líquido que hace imperceptible el mundo emocional, en el agua incluso sin mente de la tierra, o en los mundos de emociones tormentosas de los ríos montañosos”.
          Hay flores que crecen en diferentes medios y proporciones de mente-emoción, algunos con agua y casi sin ella, otras en terrenos fértiles o sin apenas alimento, a veces cambiando sus raíces, otras formando bulbos, para crecer en cualquier lugar, en cualesquiera condiciones, porque es la Vida que está en Todo y en el Vacío, la que crece y manifiesta, en la flor y quien se sienta en ella. Siendo el medio, la semilla, la flor y quien quiera sentarse.
          Siendo el Vacío de no saber o percibirse a sí misma.
          Miramos esa Cruz, pensando que Dios está en Ella, que ella es la Religión. Pero ella es solamente el símbolo, no siendo ni tan siquiera el dedo que señala. El dedo es lo que ponemos cada uno en ella, el significado que le damos, la intención que damos a lo que hacemos con lo que hemos puesto en ella.
          Podemos poner el dolor, el que nos purifica, al igual que el sufrimiento purificó a Shakyamuni para despertar su Naturaleza de Buda. Podemos brindar a la Cruz el dolor, ese insufrible que nos hace vender nuestra alma, tratando de encontrar un mundo en el que no se manifieste el dolor que hemos creado.
          Podemos ver a Jesús, que entrega cuanto es al Padre de Todo, pero es mirarnos el ombligo, al pensar que podemos refugiarnos en nuestro ego, permitiendo que otro coma por nosotros, para no tener que limpiarnos los dientes o tener que digerir el alimento que nos permite ser Vida.
          El dedo siempre señala, incluso cuando no hay dedo.
          La Luna Llena siempre está brillando.
          Pero si miramos y lo vemos, manifestaremos nuestra Ignorancia.
          El Dedo del Maestro siempre señala, pero es algo que no sabe el dedo.



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