Dice el
Maestro que: “El ignorante cuando el dedo del Maestro señala la Luna llena,
solamente mira al dedo”.
Miramos tantas
veces, tratando de ver a: “Buda, Dios, la Vida, el Amor, la Religión”, que a lo máximo que llegamos, es a ver a Buda meditando
transmitiéndonos tranquilidad, o escuchamos sus palabras en el Silencio de la
ausencia de sonido. Vemos a Dios tan alto y apuesto, recibiéndonos en el amor y
la paz celestial. Observamos la manifestación de la Vida, creyendo verla. Vivimos
el Amor, viéndolo en lo que nos es necesario o nos gusta. Percibimos la esencia
de la Religión en sus escritos, en sus símbolos, en cómo es explicada y se
manifiesta en el vivir de sus creyentes.
La flor de
loto donde se sienta Buda, no tiene que ser el loto, que crece del lodo símbolo
de la mente emocional, atraviesa el agua del mundo emocional, para crecer
majestuoso, perfumado y sin mácula en el aire de la actitud, del alma, del
Espíritu.
Le rezamos
a la Cruz, pidiéndole no cargarla en nuestras vidas, en el deseo de vivir en
paz, felicidad y sin carencias.
Quizás olvidados
de que al menos hay que ver el dedo del Maestro. Ese que nos enseña que las
flores crecen en cualquier medio: “En el mundo mental de los desiertos, en el mundo de los terrenos
fértiles, ricos y regados por las emociones de la lluvia, en páramos casi sin
líquido que hace imperceptible el mundo emocional, en el agua incluso sin mente
de la tierra, o en los mundos de emociones tormentosas de los ríos montañosos”.
Hay flores
que crecen en diferentes medios y proporciones de mente-emoción, algunos con
agua y casi sin ella, otras en terrenos fértiles o sin apenas alimento, a veces
cambiando sus raíces, otras formando bulbos, para crecer en cualquier lugar, en
cualesquiera condiciones, porque es la Vida que está en Todo y en el Vacío, la
que crece y manifiesta, en la flor y quien se sienta en ella. Siendo el medio,
la semilla, la flor y quien quiera sentarse.
Siendo el
Vacío de no saber o percibirse a sí misma.
Miramos esa
Cruz, pensando que Dios está en Ella, que ella es la Religión. Pero ella es
solamente el símbolo, no siendo ni tan siquiera el dedo que señala. El dedo es
lo que ponemos cada uno en ella, el significado que le damos, la intención que
damos a lo que hacemos con lo que hemos puesto en ella.
Podemos poner
el dolor, el que nos purifica, al igual que el sufrimiento purificó a
Shakyamuni para despertar su Naturaleza de Buda. Podemos brindar a la Cruz el
dolor, ese insufrible que nos hace vender nuestra alma, tratando de encontrar
un mundo en el que no se manifieste el dolor que hemos creado.
Podemos
ver a Jesús, que entrega cuanto es al Padre de Todo, pero es mirarnos el
ombligo, al pensar que podemos refugiarnos en nuestro ego, permitiendo que otro
coma por nosotros, para no tener que limpiarnos los dientes o tener que digerir
el alimento que nos permite ser Vida.
El dedo siempre
señala, incluso cuando no hay dedo.
La Luna Llena siempre está brillando.
Pero si miramos y lo vemos,
manifestaremos nuestra Ignorancia.
El Dedo del Maestro siempre señala,
pero es algo que no sabe el dedo.
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