Creemos en
la eternidad de nuestro amor, especialmente el que los demás dicen sentir.
Sentimos que
todo el Universo gira alrededor de nuestros amores, de nuestros desamores, que
cuando estos terminan o comienzan el Universo cambia con ellos.
Creemos que
cuando dejamos de amar o dejan de amarnos, la eternidad deja de ser eterna,
para perder todo cuanto existió gracias a nuestro desvivir o nuestro olvido.
Dice Gustavo
Adolfo, acerca de un amor que se ha ido, pero somos incapaces de liberar:
“Volverán las
oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a
sus cristales jugando llamarán.
Pero, aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que
aprendieron nuestros nombres..., ésas... ¡no volverán!”.
“Nunca
regresarán las golondrinas que volaron en el aire del amor, nunca necesitaran
otro nido donde vivir, las alas del amor no tienen donde llamar.
La hermosura
y la dicha de la Vida son su vuelo, esas que nos llamaron amor …, ésas …,
¡Nunca se irán!”.
Creemos que
amamos para poder dejar de hacerlo.
Creemos que
amar, es un tiempo en el que nos sentimos felices.
Creemos que
lo que vemos cuando amamos o somos amados, deja de existir cuando dejamos de
amar o dejan de amarnos.
Pero amar
no se ama en el tiempo, ni a algo o alguien, amar es nuestra felicidad, nuestra
alegría, nuestro existir.
No es
nuestro el amor que recibimos, ni tan siquiera el que damos. El Amor, siendo
solamente de sí mismo, son las aguas, el aíre donde estamos sumergidos, a pesar
del miedo a las alturas, del rechazo a la humedad.
El Amor,
no puede volver a nosotros, porque no puede irse.
El Amor no
sabe de nosotros al no tener yo.
El Amor,
no cambia nada, pero nos permite ver.
Ver cosas
es no amar, ver Vida es Amor.
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