A veces, en
un día caluroso, sentados en la sombra, un botijo de agua fresca cerca al
alcance de la mano, o una bebida fría, o simplemente en somnolencia, nos parece
estar en el cielo.
En cambio,
cuando leemos que alguien quiso alcanzar el cielo por medio de construir una
torre, nos parece una mentira. La pregunta no es: ¿Qué debo entender en lo que
dicen?, sino que respondemos que son demasiadas piedras o que es imposible poner
de acuerdo a tanta gente, como es necesario para: cortar, transportar y
colocarlas. Menos aún que se pongan de acuerdo para decidir: Dónde está el
cielo.
No sabemos
en realidad, cómo sería la convivencia cuando no se hablaba o todos teníamos el
mismo idioma, un mismo entendimiento de los sonidos emitidos. Pero podemos
imaginar que, si deseábamos alcanzar el cielo para encontrarnos con Dios, no sería
en paz, felicidad y armonía.
Desde entonces,
tras nuestro fracaso en alcanzar esa convivencia divina que nos habría llevado
a la Humanidad, nos vemos en esta sociedad, fruto de esa comunicación que creímos
necesario crear para ponernos de acuerdo en la construcción de esa Torre.
Seguimos incluso
dudando de que fuésemos capaces de ponernos de acuerdo en algo, menos aún para
hacer realidad un sueño: “El de vivir cerca del hogar en invierno, con un botijo de agua
fresca en verano”. Los sueños son simples,
por muy inalcanzables que nos parezcan, la felicidad está en nosotros, perdida
e inalcanzable por la necesidad de crear una Torre que nos acerque a la comprensión,
a la aceptación, al respeto, a la Humanidad que manifestamos ser, y que como con
tantos sueños necesitamos que alguien construya la Torre.
En nosotros
está cuanto soñamos, sin Torre, sin palabras, sin necesidad de explicaciones,
sin necesidad de entendimiento. Solamente es necesario mirar con los ojos del
Amor, para que sobre todo ello, desaparecido el yo, desaparecida la separación,
sin lugar donde ir, sin lugar donde posar el pie que deje huella, el Cielo
existiría en nosotros, inalcanzable para cualquier manifestación de la Vida,
porque solamente Dios de Amor, podría vivir y existir en nosotros.
La dificultad
no está en alcanzar los sueños construyendo Torres Imposibles. Lo imposible es alcanzar
un sueño que ya es realidad en nosotros mismos.
Todo cuanto
deseamos alcanzar, ya es nuestro, no por posesión, sino porque es lo que somos
en Naturaleza.
Ya somos: “Ese Cielo, ese Dios,
esa Felicidad, somos Todo, somos parte imprescindible e inseparable de ese Todo
soñado”.
Todos los
caminos emprendidos nos llevarán al fracaso, a la confusión, a la duda. Es
imposible ir donde estamos, alcanzar lo que somos, lo que nos hará dudar de
nuestros sueños, de lo que los Maestros han dicho que somos.
Pero hay
que recorrer todos esos caminos de fracaso, hay que dudar de todo, hay que ver
lo innecesario de soñar, para descubrir el Aquí y Ahora donde ya somos todo lo
soñado.
Pero el
sueño, cuando despertamos oculta que el sueño con el día tiene noche. Que soñar
con la felicidad o la infelicidad tiene su otra mitad. Que soñemos con una
mitad, indica que hay un soñador que es la mitad del sueño.
Soñar con
la imposibilidad de alcanzar los sueños, es porque la mitad que los hace posibles
es el soñador, por lo que solamente en el despertar se hace realidad lo soñado.
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