Estaba llegando a Australia, en Bali, en 1980 escribía esto,
que aún hoy sigue siendo actual en mi pensamiento.
Por supuesto ha habido cambios en cómo veo lo que me rodea,
la sociedad que estamos creando, muchos cambios que no han modificado, nuestra
sociedad, nuestra forma de vivir, ni nuestros valores.
¿Por qué lloran los muertos?. Dicen, que los muertos están llorando, por un mundo
que han perdido, en su mundo flotando, sabiendo que volverán, para encontrar lo
que les vamos dejando, nosotros en él metidos, ellos desde afuera mirando,
viéndonos en guerras, en divisiones de terrenos vanos, que nada son sin el
hombre, este que tratamos de individualizarlo, en lugar de ser uno por uno,
individuales, viviendo en un solo campo, nos miramos a los pies y decimos: “este
es mi campo sagrado”. Por eso lloran
los muertos, que viven fuera del campo santo.
Sus lágrimas riegan las flores, donde los cuerpos de unos
hombres que estuvieron equivocados, yacen en sepulturas, en campo abierto o
campo vallado, que ninguno sale fuera, solo adentro, todos vamos llegando, paso
a paso, entre suspiros y lamentos, entre pensamientos vanos, de si quiero o no
quiero, solo deseos, no quereles sanos.
Mentes enfermas, individualización que equivocamos, con: tú
allí, esto es mío, aquél es tu país, quiero vivir separado. Esto ven los muertos y siguen llorando, sobre
campos de batalla, sobre dineros que felicidad no han comprado, así viven, con
miedo de volver y encontrarlo como ellos lo hicieron, o peor, como lo dejamos.
Sus lágrimas, sus lamentos, nos dicen sus equivocaciones, las nuestras y los
cambios.
Escuchemos en silencio, sus canciones, sus pasos, uno a uno, no, no son dos, son uno y uno, que andan el mismo camino, diferentes, ayudando. Sequémosles las lágrimas, no nos encontremos un día llorando, viendo nuestro mundo sin rumbo, sin timón y sin mando. Si supiéramos de sus lloros de cuerpos descarnados, en un mundo de sombras, con luces para los visionarios o para aquellos que buscan, u otros que saben, donde debemos encaminarnos.
Escuchemos en silencio, sus canciones, sus pasos, uno a uno, no, no son dos, son uno y uno, que andan el mismo camino, diferentes, ayudando. Sequémosles las lágrimas, no nos encontremos un día llorando, viendo nuestro mundo sin rumbo, sin timón y sin mando. Si supiéramos de sus lloros de cuerpos descarnados, en un mundo de sombras, con luces para los visionarios o para aquellos que buscan, u otros que saben, donde debemos encaminarnos.
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