En nuestra
búsqueda, preguntamos e investigamos para alcanzar este entendimiento, de
conociendo nuestro entorno llegar a conocernos, o conociéndonos saber lo que es
nuestro entorno.
Hemos escuchado
y leído, las palabras que se han dicho y escrito que pronunciaron los Maestros,
las palabras que fueron dichas por Dios y escritas por sus profetas, las
palabras de los sabios, incluso hay algunos sabios que escribieron sus propias
palabras, lanzadas en el océano de nuestra comprensión para que enriqueciéramos
las limitaciones de su conocimiento y lo que eran capaces de expresar.
Todas ellas
pronunciadas y dirigidas a personas que vivían en otras costumbres sociales, en
otras culturas, con otras visiones de la vida y su manifestación. Traducidas a
otras lenguas, que expresan de forma diferente los Conceptos que habían
encerrado en la palabra, que era necesario abrir para ser alimentados por el
Concepto.
Todo ello
es memorizado y encerrado en nuestro interior, en traducciones que tratan de
modificar lo transmitido a un lenguaje que sea aséptico y atemporal, para que
pueda ser entendido o explicado en la dirección general de una enseñanza.
Comparamos
las enseñanzas, tratando de ver cuál de ellas se acerca más a la Verdad, cuál
de ellas puede explicar con más convicción lo que somos, lo que es la Vida que
manifestamos.
Nos dirigimos
al interior, porque vivimos en el exterior. Tratando de conocer ambos aspectos
de nuestro Ser, olvidando que quien puede ir al interior o exterior, es porque
permanece en el centro separando ambos.
Cuando no
encontramos en el interior, donde la mayoría de las Enseñanzas nos indican,
regresamos al exterior, desilusionados, castigando la mente y el cuerpo que nos
permiten buscar en ambos lados.
Tratamos de
destruir lo negativo, fortalecer lo positivo. De manifestar la Felicidad y huir
de la Infelicidad, destruir el dolor nacido de la Ignorancia, disfrutar de la Sabiduría
y la buena salud.
Para ello
seguimos enseñanzas y caminos que nos prometen o dicen que encontraremos todo
ello al final. Adaptamos nuestras vidas, la mente y castigamos el cuerpo
tratando de seguir las doctrinas que nos ofrecen que nos encontraremos en
ellas.
Pero al
final de todas estas equivocaciones, hemos pensado, que el Zen es algo parecido,
pero mejor. Que tiene ventajas que no ofrecen otras enseñanzas. Que el Zen
ofrece y puede darnos todo aquello que hemos soñado, buscado y que a pesar de
nuestro esfuerzo hemos sido incapaces de lograr.
Muchos profesores
de Zen, ofrecen, que si eres fiel a esta práctica serás recompensado con lo que
has buscado toda tu vida.
Nunca me
ofreció nada mi Maestro, nunca me ofreció encontrar algo en el Zen. Me enseñó
que: “Si me entregaba al Zen Él me acogería”. “Si era honesto en mi
práctica, el Zen me encontraría”. “Si cuanto era lo entregaba al Zen, podría
manifestar la Vida sin alguien que la viviese”. “Si yo no añadía nada a lo que
había, Todo sería Zen”.
Es cuanto
encontré: “Lo que dejé de buscar, de soñar, de ser, se convirtió en Zen”.
Mucho me
han ofrecido por la práctica del Zen, pero nadie ha superado lo que me ofreció
mi Maestro: Serlo.
Ser Zen,
permite ser solamente lo que estás siendo, lo que no puedes: “Percibir, conocer, hacer,
encontrar o modificar”, el propio Ahora,
donde Todo existe, siendo Nada.
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