La Ley
podríamos dividirla en dos aspectos, distintos y a veces opuestos: “La ley Natural y la
Ley de los hombres a la que podemos añadir la de los dioses de las religiones o
del propio entendimiento de la religión, que realizamos nosotros o los poderes
que establecen la Ley o las leyes”.
La Ley
Natural, es la Universal, la de Dios como Concepto de Absoluto, la del Amor que
no puede intervenir al no percibirse a Sí mismo por Ser lo que Es.
Podríamos decir
que la Ley Natural carece de leyes, carece de castigos o premios, pues no puede
actuar independientemente, en una Individualidad diferenciada de las demás.
Su manifestación
y Sentencia, es que en cada Individualidad se manifiestan las Circunstancias y
Condiciones Universales en la forma que afectan a dicha individualidad o punto
de manifestación. O lo que es lo mismo, determinando lo que las circunstancias
y condiciones hacen ser a algo: “Lo que está siendo en el Ahora”.
En ella
cualquier manifestación individual, se integra en todas las demás
manifestaciones y determina el cambio que te corresponde. No por tu
manifestación, sino cómo te ha afectado tu posición y manifestación en lo
Absoluto.
Lo primero
que aparece, antes de que sea necesario dictar leyes que obliguen a un
comportamiento correcto, son los: “Mandamientos, Valores y reglas éticas, que marcan la desviación
que estamos realizando en nuestra función de humanos”, lo único que tratan al principio es de marcar la medida
de nuestro desvío, sin tratar de imponer lo correcto por medio de leyes.
Nace la
Ley del Karma, que nos dice que recibiremos según lo que hagamos, como
consecuencia más que como castigo. Pero es entonces cuando comenzamos a
individualizar las responsabilidades que nunca puede hacer la Ley Natural. Las religiones
manifiestan la Naturaleza dada a sus dioses, de donde emana la Verdad y las leyes
que deben de cumplir los humanos, para integrarse a la Verdad y a la Justicia
de existir en la Felicidad Eterna o Cielo.
Viendo que,
en la Naturaleza hay cambios en los elementos y los cuerpos celestes, creyendo
que es en “el hombre” en quien reside la
culpa, al incumplir las leyes Naturales, las del Karma y las de los dioses,
nacen las leyes que tratan de obligarnos a manifestar nuestro ser parte del
Universo correctamente.
Naciendo “El Dictar leyes,
que obliguen o castiguen al incumplidor de lo impuesto”. Nuestro abandono de la Dignidad, nuestra negación de
ser seres humanos, el caminar en dirección opuesta al resto del Universo, hace
que creamos que la Justicia nace, de obligarnos a ser lo que debemos ser, a cumplir
con la imposición acertada o equivocada de pautas de convivencia, que hemos
incumplido y a pesar de los castigos seguiremos incumpliendo. Estableciendo
para que exista la Justicia, la Libertad de obligarnos a actuar según las
leyes.
No pienso
que las leyes sean innecesarias en nuestra sociedad, no pienso que haya un mal
en desear imponer una sociedad mejor.
Lo que me avergüenza
es: “Que olvidados de la humanidad que portamos, tengamos que ser
obligados a pagar con nuestra Libertad derivada del Amor, el manifestar lo que
se presupone que somos”.
Necesitamos
leyes que nos obliguen a respetarnos y respetar. Necesitamos leyes que
coartando nuestra libertad nos obliguen a respetarnos y respetar. Necesitamos
leyes, que nos impongan cómo manifestarnos.
Pero, la
pérdida del lugar que deberíamos ocupar en el Todo, el aportar lo que es
contrario al Amor Universal que sigue el resto de las individualidades,
solamente puede llevarnos a la Injusticia derivada y creada por la Indignidad
de lo que manifestamos ser. Leyes que pueden ser compradas, retorcidas y
utilizadas para cualquier fin, al ser leyes aplicadas a situaciones y
actuaciones de una manifestación separada y aislada de las condiciones y
manifestación de las demás.
Leyes, que
han sido creadas por la necesidad de imponer un tipo de convivencia determinado
por nosotros.
70 años
después de la declaración de los Derechos Humanos, no solamente no hemos
recuperado un mínimo de Humanidad. Sino que podría ser lapidada una mujer por
haber sido violada, cumpliendo la ley, si es retorcida adecuadamente. O por no casarse con quien se ha decidido.
No son
malas las leyes, pero sí una vergüenza el que las necesitemos.
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