Cuando
Shakyamuni abandona el palacio, todo cuanto deseaba y buscaba era: “El porqué del
sufrimiento”. Para ello se provocó dolor
y más dolor, para encontrar de dónde podía germinar el sufrimiento, ese
compañero que inundaba nuestras vidas.
Tres años,
en los que llevó cuerpo, mente y espíritu hasta sus extremos de aguante, sin
poder encontrar esa semilla a cuya búsqueda había dedicado su vida.
Abandonando
todo deseo, incluso de encontrar su meta, se sentó y dejó que cuanto le llenaba
vagara libre por la existencia. En ese momento percibió a la semilla, supo de
su naturaleza y el por qué y cómo crecía: “Por la Ignorancia”.
Siendo persona
de conocimiento, por haber tenido a los mejores profesores que se podía tener
en esos momentos, simplemente por ser príncipe, parece extraño que tuviese que
abandonar todo su conocimiento, para salir del sufrimiento originado por la
ignorancia.
En nuestros
días, olvidados de sus descubrimientos, que obviamente se han desarrollado y
evolucionado, para mejorarlos, hemos llegado a la conclusión, de que es el
dolor el que da origen al sufrimiento, puesto que profesores y alumnos,
incluso quienes no pueden estudiar, sufren. Algo que científicamente demuestra, que el sufrimiento no puede nacer de la ignorancia, sino del dolor.
Me pregunto
del sufrimiento que pasará una persona muda, cuando se está ahogando y ve que
todas las personas están mirando en la dirección contraria de donde está. No puede
gritar, no puede llamar pidiendo socorro, no ve que pueda ser ayudado y que va
a morir irremediablemente. Desesperado agita sus brazos y piernas, agranda sus
ojos, ahogándose en su desesperación al no respirar, incluso antes de hundirse
en el agua.
Y es que
nadie se pregunta por el origen del dolor, de si sufrimos por el dolor o a
veces, lo hacemos porque no le escuchamos, sordos a lo que nos está diciendo.
Todo dolor
nace de la no aceptación, del inconformismo, que nos lleva a la pelea por
cambiar lo que hay. Es lo que suelo llamar: “Pelearse con la Vida”. Debido a
ello, en mis explicaciones acerca de los dolores por los que me preguntan, mi
respuesta no es el problema por lo que duele, sino que es por pelearnos con la
Vida, por lo que el problema se manifiesta con dolor.
Cuando el
cuerpo se siente mangoneado, descuidado, abusado y castigado por nuestra
actitud y forma de vivir, suele tratar de comunicarnos que tiene problemas para
servirnos, que le estamos ahogando con nuestro vivir.
Al no ser
escuchado, se aguanta un tiempo y de nuevo nos trata de decir con voz más alta
que se sigue ahogando y que se le hunde la nariz en nuestro maltrato y abuso.
Finalmente,
cuando ve que se está hundiendo, que no podrá servirnos correctamente para
disfrutar de nuestro vivir, grita desesperado, antes de morir, impidiendo con
ello que podamos seguir en esta vida. Sus gritos de dolor, a pesar de nuestra
sordera para su desesperación, sí que los sentimos.
Pero nuestra
reacción, no es dejar de abusar del cuerpo, sino el callar u ocultar sus
gritos, cerrando nuestras orejas, volviéndonos sordos, ignorando que el cuerpo
se está ahogando, por no poder escuchar sus gritos.
Sumiéndonos en el sufrimiento, por
nuestra ignorancia, el cuerpo encuentra nuevas formas de poder enviarnos sus gritos
de socorro. Unas veces atacando el cuerpo en otros lugares, otras haciendo que
los tapones del oído nos molesten, porque las medicinas que ocultan el dolor,
nos producen nuevos motivos u oídos que escuchen el dolor naciente.
No es problema de las medicinas, eso
sería ignorar el origen de nuestro sufrimiento. Sino nuestro abuso de un cuerpo
que es el que permite nuestra manifestación y existencia en esta vida. El que
permite que seamos felices o no, que suframos o no, según como permitamos que
experimente las vivencias.
Cuando no aceptamos cómo es su
manifestación, peleamos con la Vida, que no puede ser diferente a lo que está
siendo, produciéndonos el dolor, al no poder ser diferente a lo que es.
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