Desde el
principio, ha habido dos clases de leyes: Las naturales y las que intentan
resolver los problemas que hemos creado, o hechos consumados.
En el
Principio de la Creación, los leones comían gacelas, cebras y otros alimentos;
otros animales comían insectos; otros hierba o frutos y era una Ley Natural.
Si alguno
se subía a un alto y se caía o tiraba, cuando no era pájaro o animal volador,
pues se rompía algo o se mataba. Pero si había corrientes de aíre ascendente
que amortiguasen la caída, no le pasaba nada.
A pesar de
ello, como las estrellas, los planetas y otras cosas, están en un lugar que no
hay atmósfera, que se llama vacío, pues no se caen, a pesar de que no tienen un
suelo donde poner los pies, o por donde reptar.
La Ley de separar
la luz de la oscuridad y las aguas de a tierra, junto con otras sirvieron para
no mezclar las churras con las merinas, lo que dio la personalidad y el nombre
a las cosas, y el espacio natural que ocuparían.
La primera
ley, que entraría en confrontación con la Natural, es la de comer manzanas.
Hasta ese momento, si no había manzanas no podías comerlas, que es natural que
sea así. Pero entonces, el mandamás le dijo a Adán y a Eva, que de esas
manzanas tan apetitosas y bonitas que había en ese árbol frondoso y verde, que
no podían comer, porque Él había implantado esa Ley, de obligado cumplimiento.
Desde
entonces, hemos plantado innumerables manzanos, de los que está prohibido
comer. Una vez los hechos consumados, nos hemos dedicado a crear leyes que los
prohíban. Hay “tochos y tochos”, de libros de leyes, todas ellas diciendo en
qué casos es obligatoria y en cuales no, quienes tienen la obligatoriedad de
cumplirlas y quienes no. Pero eso no está en las leyes, que son iguales para
todos, sino en su retorcimiento que se llama Derecho.
El Derecho
y la Ley, están prácticamente basadas en el retorcimiento. Si cogemos un tubo o
barra, con su mitad blanca y su mitad negra, como eso del Yin y del Yang, y la
retorcemos. Nos queda con la peculiaridad, de que unas veces lo blanco está
encima y otras debajo, que unas veces la parte de arriba aplasta la de abajo, y
otras la de abajo sustenta la de arriba.
Una ley,
por ejemplo, de protección infantil, que es algo en la que estamos todos de
acuerdo. Los niños son lo más valioso para el futuro de cualquier sociedad, son
débiles, inocentes y necesitan protección. Si los padres les dan un guantazo,
es abuso de tamaño, fuerza y poder, por lo que los padres deben ser condenados
y los niños protegidos. Los padres a la cárcel, retirada la custodia y los
niños a un centro de protección.
En los
centros de protección infantil, hospicios, orfanatos o como se les quiera
llamar, desde la Edad Media, se lee y se escribe, de: Abusos, prostitución, uso
para la delincuencia, venta, violaciones y destrucción de su infancia. Pero son
centros a los que se llevan los niños para ser protegidos de sus padres.
La
protección infantil, es imprescindible. Pero si no le interesa, a alguien con
el poder, la fuerza y la capacidad de escribir las leyes. Se puede dictar una
ley, que permita asesinar, no ya a un niño, que a veces han sabido crecer solos
desde los seis años, sino a un feto, que es la muestra más grande de
indefensión, se crea la ley del derecho a decidir si debe nacer o no, según el
deseo, la conveniencia y el interés de unos padres, que no pueden dar una
bofetada a su hijo por mal comportamiento o porque esté pasándose en su
comportamiento con sus padres, pero pueden asesinarle cuando mayor es su
indefensión.
Si miramos
cualquier ley, vemos que: dependiendo de las circunstancias, quién comete el
abuso o es abusado, a unos les toca el blanco o el negro y a otros el blanco o
el negro, pero serán la circunstancias y el poder lo que lo determine, cuando
no son las costumbres, las modas o lo que se considera que es más noticiable.
Tenemos
derechos, pero cuando no se compensan con las responsabilidades, podemos llegar
a no saber si caerá el negro o el blanco de la Ley arriba.
Hablamos
de violaciones físicas, generalmente al débil, a la mujer. Olvidamos que cuando
vamos a una tienda, y vemos cosas en el escaparate y nos dicen que no podemos
comprarlas o que el precio es diferente, que están en el escaparate, pero que
no, no son para el público, sino para que las compre o se le regalen a quien le
apetezca al comercio, decimos que debe ser condenado por publicidad engañosa.
Al final,
el inocente para la Ley es el poderoso, el fuerte o sus protegidos, los demás
dependen de las circunstancias, de la suerte o el destino, porque la Ley sí que
ve, quién tiene el poder o la fuerza.
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