Todos
los años le recibimos con regocijo, le celebramos porque creemos que es nuestro
Salvador. Al final, al ver que seguimos viviendo nuestra vida, le traicionamos
y sacrificamos, no porque Él se equivocara, sino por nuestras expectativas y
desilusión.
Su
Madre la Vida le llora, su Padre espera el retorno a su reino del Hijo, al
Reino del Corazón.
Nos
dijo: “no devuelvas, “ojo por ojo”, vive escuchando al Corazón”, le pedimos que
nos diese una nueva vida, con una sonrisa, la Única Vida en nosotros vio.
De
nuevo, en libertad, otro año tendremos para aprender a vivir desde el corazón,
otra Pascua, otra Semana Santa traeremos: ¿Para que sea Santa?, ¿Viviendo y
siendo responsables de nuestras vidas? Para vivir en nosotros los cielos,
abriendo nuestros corazones, o para una nueva traición.
En
la cruz viven: el sufrimiento, las decepciones, las traiciones, los deseos del
cuerpo, las ambiciones y las separaciones, eso es lo que sacrificamos.
La Humanidad, el cielo, la unidad y la
felicidad, viven en el Corazón.
Una Semana
Santa vivida en aislamiento, con las únicas personas que decimos compartir
nuestras vidas, encerrados entre las paredes de nuestra personalidad, defendiendo
a quien hemos creado y soñando con lo prometido a los seres humanos.
Hemos desarrollado
lo que somos, desde el miedo a: dejar de ser, no saber ser lo que se espera de
nosotros, ser castigados por comer el fruto prohibido.
Viviendo y
manifestando la insatisfacción y carecer de la responsabilidad de ser lo que deberíamos
ser: Hijos de la Vida, de Dios, convertidos en seres humanos y creadores de la
Humanidad.
Sumergidos
en la irresponsabilidad, rechazando las consecuencias de nuestro hacer o de
nuestra inacción.
Manifestando
en nuestra cobardía, que no defenderemos la Humanidad, que no defenderemos la
responsabilidad de nuestra creación. Miramos en nuestro alrededor quien nos
lleve a su hogar, a su creación, que nos permita por ser obligados a ello, a
abrir nuestros corazones, a estar prisioneros en una Humanidad que no
merecemos, a vivir en un hogar sin muros, infinito en el que no viva el tú ni
el yo.
Añorando esos
ritos, esas historias de sacrificio supremo, en el que el Hijo de un Dios de
Amor que desconocemos, que solamente añoramos en nuestras ensoñaciones y
buscamos en pasear esculturas y sufrimiento por las calles, sin que en ningún momento,
deje de ser solamente un sentimiento de añoranza en nuestros corazones.
Una Semana
pasa pronto y de nuevo en nuestra primavera, florecerán los deseos, la búsqueda
de una felicidad en la irresponsabilidad de gentes, que hace tiempo olvidaron
que tienen que construir el Hogar de la Humanidad, para confinarse entre sus
paredes, que no han podido ser construidas allá en el Infinito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario