¿Cuántas lecturas?, Cuántas escuchas?,
necesitaremos, para recordar, que hemos sido nosotros los que hemos definido y
nombrado los valores y principios, que determinan si el nombre de algo se
corresponde con lo que es y sus funciones.
¿Cuántas dudas y vueltas tendremos que
dar?, para recordar a lo que hemos llamado Dios, a lo que hemos llamado Vida.
Cuántos filósofos y religiones, cuántos científicos y estudiosos, necesitaremos
para recordar, el significado de las palabras, que inventamos o escogimos para
nombrar nuestros conceptos.
¿Cuándo honraremos, el nombre escogido
para nosotros mismos de humanos?, ¿Cuándo decidiremos ejercer la función de lo
que decimos ser?.
Es sólo cuestión de semántica, es sólo
decir que somos lo que pensamos, lo que decimos, considerando innecesario el
hacer, el manifestar, que somos y tenemos derecho a usar el nombre que escogimos
libremente para definirnos.
Nuestro olvido del hacer, nos ha traído
a considerar que sabemos aquello que memorizamos, que no hay que hacer lo que
pensamos o deseamos, que es suficiente con ostentar el nombre, que decir lo que
vamos a hacer, es suficiente para ganar que nos respeten.
Hemos hecho leyes de higiene, leyes de
uso correcto de los bienes, leyes de cómo relacionarnos, leyes para proclamar las
leyes que necesitaremos.
Bibliotecas llenas de libros, con
leyes de cómo debemos vivir y convivir, con el resultado de que: Vivimos con
miedos, con falta de amor por nosotros mismos, creando necesidades para sentir
que amamos a los demás al ayudarles, creyendo que manifestarnos o decir que
vamos a solucionar los problemas que le creamos a la Tierra, que vamos a
abandonar las guerras, los abusos, las violaciones de todo tipo, es lo
correcto. Por lo que continuamos creando los problemas, para poder sentir el
orgullo de solucionarlos.
Decimos respetar a los animales,
combatimos con los demás porque no lo hacen, nos hacemos vegetarianos para
mejorar nuestra salud y sentir que amamos a nuestras mascotas.
Defendemos a los animales, pero les
dejamos sin lugares donde vivir de acuerdo a su naturaleza. Les protegemos de
nosotros, pero sin renunciar en nuestras vidas, a lo que les crea los
conflictos para vivir libremente.
Y es que principalmente, hemos
olvidado el significado que le dimos a los nombres que usamos, el significado
de las palabras que dan valor y principios a nuestra convivencia.
Leemos, oímos, vemos, lo que dicen,
escriben y muestran, los Maestros y los grandes memorizadores de lo que se
escribió, de los grandes explicadores del significado de las palabras que
definen lo que somos o decimos ser.
Vivimos en las frases, uniendo
palabras que crean un significado concreto y acordado.
Pero no es suficiente con la
comprensión, no se quita el hambre con saber cocinar, ni tan siquiera
cocinando. El hambre se extingue al mismo tiempo que comemos.
Las palabras, tienen el significado
que les da su función. Amar, por ejemplo, no son las explicaciones o el
arrejuntamiento lo que le da su significado, sino amar sin discriminación, sin
necesidad de que una ley diga qué o cómo, el significado de amar es: Vivir,
existir y manifestar lo que somos amando todo sin exclusión, siendo Amor.
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