Leemos frecuentemente que somos
nuestros propios Maestros, que hay que escuchar a nuestro Maestro Interior, que
hay que encontrar un Maestro que nos indique el Camino.
Es difícil imaginar y comprender, la
carga que le queremos obligar a llevar a alguien.
Es casi imposible de imaginar, la
carga que tiene que llevar el Maestro, al renunciar el discípulo a llevar su responsabilidad
y pedir a la Vida, que un Maestro le sea concedido para llevar y ser
responsable de su vida.
Ser nuestro Maestro, conlleva:
Cuando somos nuestros propios
Maestros, nos hacemos responsables por tanto de acoger como discípulos a todo
cuanto existe o no y aprender de ellos.
Acoger como discípulos, implica no
sólo hacernos responsables de lo que aprendemos, sino de lo que hacen.
Es por ello que la Gran Maestra es la
propia Vida.
Siendo el Gran Maestro Dios, que ni
tan siquiera tiene discípulos, por ser Él mismo Discípulo y Maestro.
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