No pretendo molestaros

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Yui Shin

miércoles, 26 de agosto de 2020

MI AMIGO DIOS

 


          Se ha perdido en el tiempo, esa sensación de miedo, de soledad, de desesperación, de estar perdido, de estar fuera del hogar, incluso lejos de casa.

          Hace tanto tiempo que me encontré en un lugar desconocido, rodeado de animales más fuertes y rápidos que yo. Con inclemencias de un Sol que me quemaba, de lluvias torrenciales, de volcanes intentando quemarme, sin un lugar donde guarecerme. Rodeado de plantas desconocidas, muchas venenosas y que no servirían para alimentarme.

          Ríos que me impedían huir a la otra orilla de los peligros que encontraba en esta. Océanos que me amenazaban con sus olas y la profundidad de sus aguas. Montañas que me dolía el cuello y el alma, de mirar cómo llegar a otro valle que pudiese ser más seguro para mi vida.

          Un día encontré a mi amigo invisible, a alguien que me hacía compañía, que me protegía y aconsejaba. Fue la terminación de mi soledad, de mis miedos paralizantes.

          Encontré el agua del río y de los manantiales que me calmaban la sed, las plantas que me saciaban el hambre, animales que me ayudaban y protegían, las cuevas en la montaña que me ofrecían un hogar, las montañas que impedían que se acercasen los enemigos.

          Por primera vez, sentí que podía llegar a conocer el lugar donde me encontraba, acompañado de mi amigo invisible, a quien le contaba todas mis dudas y me ayudaba a resolverlas. Al que le pedía ayuda para encontrar aquello que necesitaba. Su ayuda y consejos, me dieron la seguridad de poder seguir viviendo, existiendo y formando parte de este lugar desconocido y aterrador.

          Fui creciendo y me pareció que tener un amigo invisible, no sería entendido por aquellos que había encontrado y que llevaban más tiempo viviendo en este lugar.

          Les hablaba de él, y ellos me miraban extrañados, a pesar de que sentían envidia de que tuviese un amigo que me ayudaba tanto y que nunca me había abandonado.

          Al final me dijeron que por qué no le dábamos un nombre, para no llamarle: “Amigo Invisible” y poder hablar de Él con naturalidad y como si fuese un amigo que podríamos compartir.

          Nos reunimos en muchas ocasiones, tratando de encontrar un nombre que fuese digno de un amigo que nunca te abandona, que siendo invisible siempre puedes encontrarlo en ti, dándote esa sensación de compañía y protección, que permite vencer los miedos, finalmente decidimos casi por unanimidad llamarle Dios.

          No me importó compartir a mi amigo con los demás, pues un amigo se agranda al ser compartido.

          El tiempo siguió pasando, muchos dijeron que era su amigo invisible, que siempre fue suyo, dándole nuevos nombres.

          Nacieron las peleas, las luchas, las guerras, por poseer al amigo invisible que más te daba, que más te ayudaba.

          Yo miro a todos ellos, me acuerdo de mi amigo invisible, ese que me ayudó a vencer mis miedos a poblar este lugar. Ese que no le importaba ser compartido, de ser amigo de cualquiera, al que para que le conocieran los demás le llamamos Dios.

          Pero la amistad se perdió hace mucho, mucho tiempo, ahora es el Dios invisible, al que le exigimos que nos dé lo que pedimos, que nos quite los miedos para conquistar a los demás, que nos dé valor para conquistar cuanto es conocido.

          Y es que cuando le damos forma y nombre al amigo invisible, hemos olvidado, que en el amigo invisible quien es imprescindible para que exista, soy yo.



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