Ha sido desde antiguo el deseo generalizado de todos: La solución de todos los problemas, una vida de felicidad y bienestar, una sociedad humana.
Misteriosamente, los poderes nos han
guiado a que la solución está en los demás, en el poder o en el poder de dios.
Pero en general todos buscamos la
solución del problema de turno: Que no se mueran los amigos y familiares que
han muerto, que se haga la paz en la guerra que se ha declarado, que se
encuentre la medicina para la enfermedad que tenemos, que no nos abandone quien
se ha ido, que nos ame quien no nos ama o que los demás sean honrados y fieles.
Antes pedíamos en las iglesias o en
los grupos reunidos en los pueblos, por lo que la mayoría sabíamos un poco de
lo que pedían los demás, pues nosotros pedíamos en silencio, por recato y para
que los demás no supieran nada.
Hoy en día podemos verlo en Internet, peticiones
individuales, grupales, nacionales y mundiales. Cada uno quiere que se
solucionen sus problemas o los que pueden afectarles.
En lo único que todos estamos de
acuerdo es en: Encontrar la solución a los problemas que crean los demás y a
los que hemos creado nosotros por culpa de los demás.
Hemos perdido la fe en las panaceas,
en encontrar el remedio que cure todos los males, en esperar a que Dios nos
lleve a una vida de felicidad y armonía.
La mayoría hemos tratado de convertir
lo que tenemos en oro, para hacernos ricos. Los ricos han tratado de convertir
en oro lo que tienen y lo que tienen los demás, para ser más ricos.
Los alquimistas se revuelven
desesperanzados en sus tumbas, y los que viven abandonan la alquimia, pues
saben que todos somos oro, pero existimos sumergidos en la miseria de cuanto
creemos ser.
La Gran Alquimista, nos mira burlona, viendo
cómo nos arrastrarnos en un sin vivir olvidados de que somos Vida.
Somos lo Grandes Alquimistas, la
esperanza de Dios y la Vida, desgraciadamente, siendo oro no hemos conseguido
encontrar oro, sólo hemos conseguido que no parezcamos ni tan siquiera plomo.
Miramos a los seres humanos que
decimos ser y sólo vemos humanidad en nosotros mismos, porque vemos nuestras
miserias, nuestras enfermedades, nuestra carencia de amor, y la única solución
que encontramos es que cambien los demás o bien que el gobierno o dios, solucionen
nuestros conflictos encontrando una medicina.
No recuerdo cuándo un primer Maestro
nos dijo el nombre de la Panacea que solucionaría todos nuestros dilemas,
nuestras enfermedades, incluso la muerte si olvidamos que somos algo más que un
cuerpo, pues hay algunos que tienen sentimientos y algunos menos hasta tienen
una mente que piensa correctamente.
Hemos olvidado que es la Dignidad, la
Panacea que cura todos los conflictos.
La Dignidad derivada de la Verdad, de
la Aceptación de ser lo que somos que ya es oro, la Aceptación de que todos los
demás son oro.
El Camino es simple, para caminar en
la Dignidad, hay que hacerlo siendo Amor que convierte en Uno a cuanto existe.
La Meta es segura, porque hay la
Justicia de que Todo es Uno, de que Todo es Amor, de que Todo es Oro en todas
sus manifestaciones, de que Todo es Meta.
Pero como todas las panaceas, sólo hay
una forma de que realmente funcione la Dignidad, la Panacea soy Yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario