Es el pueblo, el que aporta
dictadores, personas corruptas, soldados y generales asesinos, abusadores y
violadores al pueblo y a los poderes.
Muchas veces es nuestra percepción,
viendo lo dominante, la que ve el poder y el principio en él.
Pero es la pequeñez de la semilla la
que permite viajar y encontrar el lugar donde crecer al árbol.
Es la Nada y el Vacío, lo que permite
la Grandeza y tamaño del Universo.
Porque es el tamaño de las células, de
los átomos, lo que permite el funcionamiento y flexibilidad del cuerpo, para
adaptarse y transformarse, en las circunstancias y condiciones que cambian
continuamente.
Buscamos quien nos diga: cómo ser
mejores, más humanos, más sabios, resistiéndonos de tal manera, que deseamos
que alguien nos obligue a evolucionar en la dirección correcta.
Para ello creamos: Maestros
ascendidos, visitantes de otras constelaciones que vendrán a transformarnos con
su poder, dioses que nos perdonarán y concederán la perfección, gobiernos que
impondrán leyes que nos llevarán al bien por la imposición, amenaza y castigo.
Hemos olvidado, que hemos nacido para
aprender, que nuestra ignorancia es el único camino para poder hacerlo, que
para llegar al cielo tenemos que vivir como ángeles o como decimos que conviven
los santos, sin tener que abandonar la Tierra.
Pero sólo puede hacerlo el humilde
discípulo, el creador de Maestros, pues es el avance del discípulo, su vivir,
su proceder, el que garantiza que aquello de lo que aprende, sea reconocido
como Maestro, por quienes entran en contacto o conocen el vivir del discípulo.
Es nuestro vivir, lo que hará Maestro
a la Vida, porque cuanto aprendemos es de lo que vive a nuestro alrededor, de
nuestro propio vivir, siendo manifestación de Ella.
No podemos encontrar un Maestro que
nos imbuya con su Sabiduría.
Sólo siendo Discípulos realmente,
viviendo y manifestándonos como Discípulos, podremos crear una Vida que se
convierta en Maestro de la Verdad.
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