Cargados con una mente atormentada, llenos de preocupación por no conseguir despertar al Buda que vive en nosotros, con la carga de una sociedad perversa y una familia que nos agobiaba con sus pretensiones para nosotros, llegábamos a Bukkokuji, tratando de que el Maestro nos ayudase a superar nuestro ego, alterado y superado por toda la carga que llevábamos.
Continuamente, casi en cada ocasión
que le transmitíamos nuestros pesares, nos decía sonriendo: “Don’t worry”, “No
te preocupes”.
Pasaban los años, escuchando su
consejo, y poco a poco se iba iluminando el cielo de nuestras vidas.
Un día sin darnos apenas cuenta,
dejábamos de preocuparnos por toda la carga, inevitable en este mundo de
discriminación y juicios.
Viendo nuestra sonrisa, nuestra
conformidad, nuestra felicidad, cuando llegábamos para decírselo y mostrar
nuestros logros, con una sonrisa, nos decía: “Don’t be careless”, “No seas
descuidado”.
Lo que nos sumía en la duda: Estará
tratando de confundirme, no conseguiré hacer lo correcto, se estará burlando de
mí, no quiere reconocer mis logros para que permanezca siempre siendo su discípulo.
Desconfiando, si realmente era un
Maestro o nos usaba para tener gente que le adorase y estuviese a su alrededor.
Pero entre todos, siempre hay un
pequeño grupo de uno o dos discípulos, que sólo escuchan y buscan el
entendimiento de lo que les es dicho.
Y es que no hay camino, en el que
podamos quitar una de las orillas, como enseña Shakyamuni.
No podemos caminar en el camino de la
perfección, no podemos caminar en el camino del Maestro o el de otra persona.
No podemos permanecer en el centro eliminando la oposición de ambas orillas,
sino aceptándolas. Todo es lo que es, no lo cambia el preocuparse o el
despreocuparse, pero es el equilibrio entre ambas polaridades lo que nos
ofrecerá la oportunidad de ver Todo desde el centro del Camino Único, en el que
sólo puede caminar el Discípulo, pues el único Maestro es la Vida.
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