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Yui Shin

viernes, 3 de septiembre de 2021

LA MARCA DE ABEL

          Recuerdo que hace bastantes años, leí Demian de Herman Hess el libro hablaba de la marca de Caín, al igual que algunos hablan de la marca de Judas.

          Me pregunto si habrá una marca de Abel, el bueno el amante de Dios, el que le entregaba lo mejor y esperaba ser protegido por Él.

          Me recuerda un poco el nacimiento del Yin y el Yang, lo bueno y lo malo, con cuyas naturalezas nacemos todos como marca de nuestra dualidad.

          Pero antes del observador, de quien ve y piensa en la separación de las mitades, ya habían sido creados: el día y la noche, las estrellas y los planetas, la tierra y el cielo, el firmamento a lo lejos y la tierra que pisarían nuestros pies. La dualidad ya estaba antes de que nosotros, descubriésemos sus mitades.

          Es de este nacimiento, de la expulsión de quien separaba al Uno en dos mitades, de donde nacen Caín y Abel, el Yin y el Yang.

          Todo Yin tiene una mitad Yang, todo Yang, tiene una mitad Yin.

          La obediencia es buena, pero según lo que obedeces y las circunstancias y condiciones de tu obediencia.

          La desobediencia es mala, pero según lo que desobedeces y las circunstancias y condiciones de tu desobediencia.

          Caín es desobediente, orgulloso, envidioso, ambicioso, todo ello lo tiene como marca en la o el frente.

          Abel es obediente, sencillo, generoso, humilde, todo ello lo tiene como marca en la o el frente.

          Obviamente, en su espalda tenían como marca los opuestos, las polaridades contrarias: Día y noche.

          Al mirarse de frente, veían su confrontación, sus diferencias, su incompatibilidad, su necesidad de destruir o subyugar al otro.

          Cuando se estaban alejando, no había cambios, seguían viendo lo mismo el uno en el otro: La imposibilidad, de servir a Dios de una misma manera, sin darse cuenta que Dios no necesita ser servido.

          Sólo si al separarse, se miraban volviéndose ligeramente, podrían sentir empatía, porque verían que no eran tan diferentes, que por mucho que pareciese por un lado, tenían ambos una misma Naturaleza, si bien uno en la espalda y el otro en la frente.

          Tratamos de unir el Yin y el Yang, algo innecesario: Vacío y plenitud, ya son una misma individualidad. Dios y Creación, son una misma individualidad. Dualidad y Absoluto, son una misma cosa.

          Pero Abel sigue mirando a Caín, cree que Vacío y Plenitud, son una misma cosa, sin darse cuenta que está fuera de esa cosa que es Una, al igual que ve a Caín fuera de él.

          Ser lo mismo, iguales, diferentes o cosas separadas, es lo que Abel: El bueno, el comprensivo, el que acepta, ve cuando le hace ofrendas o sacrificios a Dios, llevando en la frente lo que hizo que Adán y Eva, sus padres fueran expulsados del Paraíso: Vieron a Dios, y comieron de un árbol, olvidando que eran una sola Vida.

          Es la autoseparación del Uno, lo que hace que perdamos el Paraíso, y que portemos una marca en la frente y la espalda: La separación de las mitades de la Tierra, en una mitad oscura y otra iluminada, en su día y su noche de una sola Tierra.



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