Publica María Trinidad esta mañana en Facebook, la frase que hay en la imagen.
Me
recuerda ese respeto y ese miedo que se le tiene a Dios por la Grandeza y Poder
que presuponemos tiene. Podemos recordar,
los castigos y premios, que la Biblia nos relata, que le fueron concedidos a
los que le respetaban, a los que le obedecían, a los que adoraban a otros
dioses, le desobedecían o no respetaban.
No he leído la Biblia, mis conocimientos son de frases, trozos leídos o escuchados, y argumentaciones con personas que sí la han leído y siguen sus enseñanzas.
Pero
no es el Dios que he encontrado desde mi niñez, cuando he sido católico
practicante, de Acción Católica o monje Zen: Ese amigo al que le pides lo que
deseas para ti o para los demás.
Ese
Dios, que nos recuerda que: “El Reino de los Cielos es de los niños”, sin tener
que recordarnos que niño no se es por la edad, sino por el amor incondicional e
inocente que se manifiesta.
Ese
Dios que dice que: “Hay que olvidar el ojo por ojo, que hay que amarle, que nos
tenemos que amar sobre todo”.
¿Cuántos
niños?, no pueden dormir, no pueden salir, jugar o ir a un sitio sin su juguete
favorito.
Todo
el día abrazado a él, sin permitir que pueda caer en algún peligro.
Pero
el niño no suele decir “mi”, sólo dice: “Osito”.
Es
por ello que cuando respetamos, cuando tememos algo, al pedir protección
decimos: mi Gobierno, mi Justicia, mi Dios o en último caso el de los demás o
algunos.
Pero
al niño que encuentra al amigo, dándole vida con su cariño, con su amor, sólo
dice: “Osito”.
Es
precisamente ese Dios el que no tiene Poder, ni Grandiosidad, sólo Es Amor,
como el del niño, entrega a lo amado, al que yo he tratado siempre de conocer,
de darle vida en mí.
Incluso
ahora cuando los años comienzan a pesarle al cuerpo, todavía me gustaría oír al
Padre decirme: “DÍ OSITO”.
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