Al marcharme, me iba frustrado,
decepcionado conmigo mismo, mi Maestro me había sonreído y pensaba que había
comprendido su charla o algo de la filosofía de algún tipo.
Otras, me veía entrar, me postraba la
primera vez y tocaba la campana, indicando que se había terminado la
entrevista, por lo que me postraba otras dos veces y me iba, pensando si es que
había reflejado en mi cara que había comprendido algo o que estaba perdido, y
acudía por explicaciones.
Otras, no me decía nada, con cara
seria, como diciendo que vaya verborrea le estaba soltando, simplemente hacía
sonar la campanilla, indicando que podía entrar el siguiente.
Curiosamente, me iba alegre y pensando
en que no tenía ni idea de lo que había dicho.
Es curioso el Zen, durante prácticamente
todo el tiempo que estuve en Bukkokuji, cuidé los jardines, las plantas, el
estanque, los lotos y nenúfares, y al mismo tiempo cuidaba de los jardines de
Kakkusoken, la casa donde vivió Daiun Harada Sogaku Rosshi, el Maestro del mío.
Nunca fui el jardinero del templo, en
cuanto estuve unos meses fuera, al regresar siempre se había nombrado uno,
finalmente, siempre retornaba mi cuidado de las plantas y los jardines, sin
nombramiento y recibiendo por la mañana el trabajo que me tocaba, asignado por el
monje encargado de asignarlo y el Maestro.
Pero durante todo el tiempo, me
dediqué al jardín y reparaciones, y cuando no tenía trabajo, realizaba el que
me encargaban.
Nunca el Maestro me dijo lo que tenía
que hacer, tampoco me dijo que dejase de cuidar y hacer el trabajo en el
jardín. Sólo a veces me decía, que la tierra era muy buena, misteriosamente las
plantas crecían gigantes, pero sin flores. Otras, me preguntaba si había regado
algo, cuando iba y miraba detenidamente tenía gusanos o piojillo que no había
visto.
Nunca me dijo lo que tenía que ver,
nunca lo que tenía que hacer, pero cuando aprendí a escucharle, supe que nunca
dejó que me equivocase en mi camino.
Cuando alababa mi entendimiento,
aprendí a preguntarme, si había entendido demasiado bien lo que había dicho y a
no sentirme satisfecho con su aquiescencia, hacer las cosas bien, entender
correctamente, no es la finalidad del Zen, que es encontrar lo Correcto, no en
una u otra dirección, en uno u otro hacer, en uno u otro ahora.
Entender lo que me decía, no era para
lo que había ido con Él, sino aprender a saber y vivir, entendiendo lo
correcto, pero lo mío, mi entendimiento, no el de entender las palabras de los
demás, sino la Vida mía, la Vida que manifiesto, la Vida que estoy creando.
Sus alabanzas, no debían acrecentar mi
ego, sino aumentar mi Gran Duda. No fue fácil aprenderlo, pero al final
conseguí dar un primer paso, que espero sea en la dirección correcta.
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