No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 11 de marzo de 2022

LAS ALABANZAS DEL MAESTRO

           Fueron muchas veces las que tras postrarme tres veces e ir a consultar con mi Maestro. Al explicarle mis pensamientos, lo que creía de algo o lo que había encontrado en sus charlas, su respuesta era una sonrisa y decirme: Lo has comprendido muy bien, a veces me dejaba hablar durante un buen rato, sonreía y asentía, pero al final: Muy bien entendido, has comprendido perfectamente lo que he dicho.

          Al marcharme, me iba frustrado, decepcionado conmigo mismo, mi Maestro me había sonreído y pensaba que había comprendido su charla o algo de la filosofía de algún tipo.

          Otras, me veía entrar, me postraba la primera vez y tocaba la campana, indicando que se había terminado la entrevista, por lo que me postraba otras dos veces y me iba, pensando si es que había reflejado en mi cara que había comprendido algo o que estaba perdido, y acudía por explicaciones.

          Otras, no me decía nada, con cara seria, como diciendo que vaya verborrea le estaba soltando, simplemente hacía sonar la campanilla, indicando que podía entrar el siguiente.

          Curiosamente, me iba alegre y pensando en que no tenía ni idea de lo que había dicho.

          Es curioso el Zen, durante prácticamente todo el tiempo que estuve en Bukkokuji, cuidé los jardines, las plantas, el estanque, los lotos y nenúfares, y al mismo tiempo cuidaba de los jardines de Kakkusoken, la casa donde vivió Daiun Harada Sogaku Rosshi, el Maestro del mío.

          Nunca fui el jardinero del templo, en cuanto estuve unos meses fuera, al regresar siempre se había nombrado uno, finalmente, siempre retornaba mi cuidado de las plantas y los jardines, sin nombramiento y recibiendo por la mañana el trabajo que me tocaba, asignado por el monje encargado de asignarlo y el Maestro.

          Pero durante todo el tiempo, me dediqué al jardín y reparaciones, y cuando no tenía trabajo, realizaba el que me encargaban.

          Nunca el Maestro me dijo lo que tenía que hacer, tampoco me dijo que dejase de cuidar y hacer el trabajo en el jardín. Sólo a veces me decía, que la tierra era muy buena, misteriosamente las plantas crecían gigantes, pero sin flores. Otras, me preguntaba si había regado algo, cuando iba y miraba detenidamente tenía gusanos o piojillo que no había visto.

          Nunca me dijo lo que tenía que ver, nunca lo que tenía que hacer, pero cuando aprendí a escucharle, supe que nunca dejó que me equivocase en mi camino.

          Cuando alababa mi entendimiento, aprendí a preguntarme, si había entendido demasiado bien lo que había dicho y a no sentirme satisfecho con su aquiescencia, hacer las cosas bien, entender correctamente, no es la finalidad del Zen, que es encontrar lo Correcto, no en una u otra dirección, en uno u otro hacer, en uno u otro ahora.

          Entender lo que me decía, no era para lo que había ido con Él, sino aprender a saber y vivir, entendiendo lo correcto, pero lo mío, mi entendimiento, no el de entender las palabras de los demás, sino la Vida mía, la Vida que manifiesto, la Vida que estoy creando.

          Sus alabanzas, no debían acrecentar mi ego, sino aumentar mi Gran Duda. No fue fácil aprenderlo, pero al final conseguí dar un primer paso, que espero sea en la dirección correcta.



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