Estamos inmersos en un océano de Vida,
en el que no somos en Naturaleza, ni los peces, ni el agua, ni quienes invaden
sus playas.
A pesar de ello, podemos ver los
peces, el agua, los barcos, las palmeras y acantilados que rodean y están
inmersos en ese océano.
Pero no podemos ver la Vida, a pesar
de ver el vivir de todo el Océano y la tierra que impide que las aguas se
queden sin sus límites, no podemos ver la Vida.
Nadie duda de su existencia, todos
gozamos de vivir, pero en cambio es la Vida, la que no podemos explicar o ver,
la que nos rodea y nos llena, para poder vivir.
El Concepto de Dios, al igual que el
de la Vida, es descrito como algo Infinito, existiendo antes del Principio y
que existirá después del Final. Porque si no fuese así, nada podría vivir y por
tanto, la Vida no tendría función, ni manifestación.
La manifestación de ambos Conceptos,
se realiza como Amor, de entrega a lo que hay, sin discriminación, sin
elección, concediendo absoluta Libertad a lo que existe, a lo que vive.
El Amor es Invisible e Inexplicable,
al igual que su Origen: Vida o Dios, sólo cuando se mira desde el Concepto de
Absoluto, no los dos, sino los tres.
Pero al igual que la Vida y Dios, hay
que ver su grandeza en la Libertad concedida a la Creación, la entrega y
aceptación, a cuanto se manifiesta o es inmanifestado, el Amor sólo es visible
en nuestro vivir.
Todo es manifestado como Amor, pero al
igual que el ojo no puede verse a sí mismo o una célula o átomo no puede ver el
cuerpo. Cuando nosotros siendo parte de la Tierra no la podemos ver en su
totalidad, ni ver el Universo del que somos parte.
No podemos ver el Amor, la Vida o
Dios, si no somos capaces de verlo en su Amor: La Creación, nosotros mismos y
cuanto nos rodea.
Podemos explicar y mirar lo que
significaría amar, porque somos el fruto del Amor. Pero para conocerlo, hay que
ser Vida, Dios o Amor, y en nuestro Silencio, cualquiera que ame y nos mire, sabrá lo
que somos.
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