Las palabras del Maestro, siempre
señalan en una misma dirección, pero somos nosotros los que debemos ver lo que
señalan.
La puerta la cerramos, cuando
escuchamos algo que no nos gusta, o pensamos que la forma o las palabras son
incorrectas.
Si lo importante es la forma de
decirlas, si miramos su cara o su actitud al hablarnos, si lo único que vemos
son deficiencias, palabras mal usadas o creemos que son inapropiadas o no
explican lo que queremos saber o lo que preguntamos.
No es lo que pensemos del Maestro, lo
que hace que cerremos la puerta, sino nuestra propia discriminación, nuestra
incapacidad y negativa a escuchar el Silencio de las palabras, que es donde el
Maestro le habla a nuestro Silencio.
Cuando un Maestro abre su Ser
señalando su Luna Llena, no importa cómo o si es oportuno el momento o sus
palabras, porque la responsabilidad de ver y encontrar nuestra Luna Llena no es
suya, sino nuestra.
El Maestro muestra la suya, porque no
hay otra Luna en su Ser. Pero hay que despojarse de la puerta, que nos impide
verla.
Encontrar al Maestro, no es tarea
fácil, se necesitan muchas vidas para encontrarlo. Pero como dice la Tradición
y Conocimiento Antiguo: No importan las palabras o los silencios, porque sólo
cuando el discípulo está preparado, puede escuchar al Maestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario