Creo que ni una sola vez, respondí,
diciendo que cambiaría algo de ella.
Como cualquier persona, animal o cosa,
he tenido momentos de todo tipo, amores que aún conservo, transcurridos 30 o 40
años, sin verlas y sin saber de sus vidas.
Momentos y personas que viven en mi
memoria. Pero nunca me arrepentí de mis decisiones y con dolor o alivio, acepté
las de los demás.
Pero lo que creo haber tenido siempre
es amor por mí mismo. Me he respetado y aceptado, tal como he sido y soy. Algo
que sería diferente, si hubiese cambiado alguna de mis decisiones.
Para cambiar una decisión en un
momento concreto, mi vida tendría que haber sido diferente, para que mi
personalidad eligiese otra opción. Cambiar una decisión, sólo es posible una
vez conocidas sus consecuencias, algo que significaría que no he aprendido lo
correcto de ese momento, de esa vivencia. Lo que me recordaría que no estoy
satisfecho con mis decisiones, que he vivido equivocado, no porque otra opción
me hubiese reportado mayores beneficios o menos dolor, sino porque no la he
sabido vivir y aprender a ser mejor con ella.
Obviamente, para cambiar una sola de
nuestras decisiones, habría que aceptar y firmar, que no queremos ser el que
somos, que desearíamos haber vivido otra vida y ser diferente persona ahora.
No es posible cambiar una decisión, si
no se está dispuesto a cambiar lo que somos, porque cada paso, cada decisión nos
pone en la posición y dirección en la que damos el paso siguiente y tomamos la
decisión siguiente. Todo ello, estando determinado por todo nuestro pasado.
No es tan fácil amarnos, que conlleva
aceptarnos y respetarnos tal como somos. Tener la responsabilidad de crear lo
mejor posible en nosotros, con lo que somos y vivimos. Porque somos la lluvia,
el Sol y la Tierra, que alimenta la semilla que nació para crearnos a nosotros
mismos.
Quizás por ello, hay que amarse uno
mismo para saber amar al prójimo. Aceptarlo y respetarlo como es. Equivocados,
acertados, buenos, malos, que nos gustan e incluso a quienes no nos gustan.
Porque no amar es la indiferencia,
incluso para odiar tenemos que amar de alguna manera lo odiado, por lo que el
odio es equivocarnos en el amor, nosotros, no los demás.
Por supuesto que ha habido muchas
equivocaciones en mi vida, pero tengo que agradecerles, que soy lo que soy
gracias a ellas también.
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