“Sentada en el
suelo, miraba entretenida las diversas representaciones en las que el lama y
los creyentes interpretaban su parte con suma seriedad, teñidas, no obstante,
con ese especial buen humor y desbordante alegría que hace la vida entre los
tibetanos tan agradable. Encantada olvidé que pertenecía a las tierras de
Occidente, y que probablemente me tomarían de nuevo en las garras. Me sentía
una simple dokpa del Koko nor. Charlaba con las mujeres sobre mi imaginaria
tienda de campaña negra en el Desierto de Hierba, sobre mis vacas, y sobre los
días de fiesta cuando los hombres cabalgan a caballo y muestran su habilidad
como tiradores.
Conocía de
memoria la región que describía, pues había vivido allí mucho tiempo, y mi
entusiasmo por el así llamado país natal era tan auténticamente sincero que
nadie podría haber adivinado mi mentira... Después de todo, ¿era una mentira
del todo? Yo soy una de la raza de Genghis Khan que, por error y tal vez por
sus pecados, nació en Occidente. Eso me dijo una vez un lama.”
A. David-Neal: 61
Nacidos de los dioses, de seres
venidos de otras estrellas o simplemente siendo polvo de estrellas, nos hemos
dedicado a conquistar la tierra de la Tierra, su aíre, sus aguas y a sus
gentes.
Hemos conquistado todo menos a
nosotros mismos, impidiendo así ser hijos del conquistador y por tanto sus
herederos, como amantes y cuidadores del reino.
Hemos creado nosotros el reino de
Occidente, que de alguna manera ocupa la Tierra, donde hemos sido limitados a permanecer
hasta ahora. Es quizás, que alguien, podría ser Genghis Khan, o algún otro gran
conquistador de sí mismo, quien ha podido evitar que destruyamos para
conquistar otros reinos, sus gentes, sus costumbres, y sus tierras.
Somos extranjeros en la Tierra emigrados
de otros reinos, para cuidarla, para respetarla, con sus bosques, ríos, mares y
la vida que manifiesta su ser.
Pero no estamos aquí para
conquistarla, Ella nos ha acogido y entregado cuanto es, para que podamos
conquistar el reino de nosotros mismos, nuestro propio ser, para que amemos y
vivamos como Tierra, como sus herederos y no como sus dueños y explotadores.
Una criatura, abandona su tierra, su
familia, sus costumbres y acepta desde su corazón, las costumbres, las gentes y
cuanto hay en el lugar donde es acogida, relacionándose desde el amor, con
cuanto la rodea y la acoge.
Es la forma de heredar el reino del
Gran Conquistador, pudiendo decir soy su hija, a pesar de no haberlo conocido,
de no haber incluso sabido de su existencia, he heredado el amor por la Vida,
que me lleva a respetar cuanto me rodea.
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