Pero si abrimos los ojos, si miramos
alrededor y nos adentramos en nuestro vivir, podemos conocer el dedo que hemos
seguido en nuestras vidas, en nuestra historia.
El pueblo se rebela contra los
poderes, en revoluciones, manifestaciones, revueltas y en nuestros hogares, nos
rebelamos contra los poderes que han creado esta sociedad donde vivimos, no en
este ahora, sino en cualquier ahora de cualquier siglo desde hace milenios.
La historia de nuestras
civilizaciones, se conoce por sus guerras, sus conquistas, sus logros. Curiosamente
era la gente del pueblo la que mataba y moría, la que portaba las armas que
destruían las ciudades, los que violaban al vencido o el que lo esclavizaba.
Los grandes momentos como: la creación
de pirámides, de grandes edificaciones y fortificaciones, esculturas
legendarias por su tamaño, grandes descubrimientos de tierras, ríos y mares,
más allá del horizonte conocido, fueron construidas y realizadas por gente del
pueblo.
Fue la gente del pueblo, la que recogió,
almacenó y prendió fuego a las hogueras, que quemaron a las brujas de la
Inquisición, los pueblos conquistados, las tribus indefensas, los libros
antiguos, y sus dioses y almas.
Hemos sido el pueblo, el que se
embarcó para descubrir y conquistar tierras desconocidas, para engrandecer el
poder y la riqueza, propia y la de los gobernantes que esperaban en sus
castillos o palacios. Los que robamos y asesinamos, en nombre de alguien que
nos aligerase la culpa.
El pueblo que por ambición, porque te
liberaban de la cárcel, por huir de lo que tenías, estaba dispuesto a
enriquecerse o morir, o al menos huir de lo que no podían cargar.
Es el pueblo y sus gentes, el que crea
las empresas, el que trabaja en ellas, el que cumple las órdenes de alguien que
recibe órdenes, recibidas de muchos alguien. Pero que es el ejecutor, el
verdugo, el constructor o creador de la sociedad en la que vivimos.
Porque no es el poder el que ejecuta
las sentencias, ni el que destruye lo que pierde su interés, lo que no le
conviene al poder. Desde los tiempos perdidos en la memoria, alguien
determinaba la muerte o castigo para alguien, y la gente del pueblo lo hacía
real, matando o destruyendo lo que no era amado por el poder, o no obedecía con
la rapidez que se esperaba.
El pueblo: Protesta, se queja, sueña,
y desea vivir en paz y felicidad, todo ello en libertad.
El pero, es que es demasiado vago o se
ha abandonado tanto, que le cuesta esforzarse en saber lo que es correcto,
justo y digno. Porque decir buenas palabras y obedecer y hacer lo que le es ordenado,
sin tener que decidir si es correcto y obedecer, o si es indigno y negarse.
Y es que el mayor logro de la
ignorancia, es no saber lo que es un dedo, ni de quién puede ser, sólo ver lo
que es señalado por ese dedo y seguirlo.
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