Viajaba un
anciano maestro por un sendero, seguido por un discípulo que llevaba sus
bolsas. Viendo tierras siendo labradas por los granjeros y los bueyes explotados
al máximo.
Los pájaros
bajaban en picado para comerse los gusanos e insectos que morían en el proceso.
El discípulo pensó, “Qué duro es ganarse la vida. Yo practicaré con toda mi
fuerza, me volveré un Buddha y salvaré a todas estas criaturas.”
El Maestro, un
Arhat capaz de leer los pensamientos de los demás, se volvió y dijo, “Déjame
esas pesadas bolsas y yo te seguiré.” El discípulo desconcertado, hizo lo que
le ordenaron y anduvo delante. Más tarde, con el caluroso sol incidiendo sobre
ellos, el polvo arremolinándose a su alrededor, el camino alargándose
interminablemente, el discípulo se cansaba más y más. No tardó mucho en pensar
para sí mismo, “Hay tantos seres sintientes y hay tanto sufrimiento, ¿cómo es
posible ayudarles a todos? Tal vez debería intentar ayudarme a mí mismo
solamente.”
Inmediatamente,
el Maestro dijo, “Para. Ahora tú llevas las bolsas y me sigues a mí.” El
discípulo perplejo, sabiendo que no tenía que preguntar, hizo lo que se le dijo.
Tomó las bolsas y anduvo detrás. Esto se repitió varias veces. El Maestro
andaba delante con el discípulo llevando las bolsas, luego el discípulo iba
delante con el Maestro llevando las bolsas, hasta que pararon para comer.
Entonces el discípulo aunó valor y le preguntó la razón.
El Maestro dijo,
“Cuando tenías pensamientos sublimes de salvar a todos los seres sintientes,
tenías la Mente Bodhi, la mente de un Bodhisattva, y yo como Arhat tenía que
seguirte. Pero tan pronto como tenías pensamientos egoístas, dejabas de ser un
Bodhisattva, y siendo inferior a mí en años y práctica, ¡tú tenías que llevar
mis bolsas!”
Editor: no aplica
Todos los príncipes, querían gobernar
un reino de paz e igualdad, sin pobreza y sin necesidades. Todos los ministros soñaban
con dirigir un ministerio que usando correctamente el dinero de los impuestos,
permitiese al pueblo vivir en paz y armonía, sin cargar con problemas.
Padres e hijos, amigos y enemigos, han
soñado con una convivencia en paz y donde todos les respetasen.
Cuando Shakyamuni, nos habla de la
Mente de Buda, de la Mente Original, no hay nadie que la porte o use, es algo
que está en nuestra Naturaleza. En la que sabiendo y conociendo profundamente,
que somos parte de un Universo Único, sin importar cuántos haya en Él. Que todo
cuanto existe está interrelacionado, y convive caminando a una meta, que si es
alcanzada será por todos.
Es cuando surge el compromiso, la
promesa o voto del Bodhisattva: “Ayudar a que todos los seres sintientes y no
sintientes, crucen a la otra orilla, erradicando el sufrimiento. Cruzando él,
sólo cuando todos lo hayan realizado”.
En el transcurso de la entrega, es
natural que sepa que todos cruzaremos y estaremos a salvo, en el mismo momento,
cuando cruce el Universo del que somos parte.
Nada cruza realmente al otro lado,
siendo Buda Uno, siendo la Naturaleza y Mente de Todo, su existencia es en
ambas orillas, donde todos cuidaremos de todos, al igual que las células, los átomos,
las estrellas de una constelación, las constelaciones de un Universo.
La Duda, siempre estará presente en
nuestra Dualidad, por ello es necesario entender lo que Shakyamuni quería
decirnos, al decir que la Iluminación sólo nace de la Gran Duda.
Decía un Maestro que pequeña duda,
pequeña Iluminación, Gran Duda gran Iluminación, no duda no Iluminación.
Son palabras, pero hay que llevar el
peso del Universo, sin dejar que el Universo lleve el nuestro, para llegar al
lugar Seguro, la Meta.
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