Una vez leí en un libro, que alguien
que vivió hace muchos años, más de 2500, que nunca había sufrido, al ver que
había gente alrededor que sí lo hacía, decidió abandonar su comodidad y tratar
de saber por qué ese sufrimiento en las otras personas, para poder ayudarles y
erradicarlo.
Obviamente, en sus tiempos no había
Navidad, además él no quería que no sufriesen durante unos días, sino que
encontrasen la felicidad en su vivir. Algo que él disfrutaba, no deseando más
de lo que tenía, y no era porque tuviese de todo, sino porque agradecía vivir
respetando lo que le rodeaba.
Al final, lo que encontró es lo que no
hemos entendido en estos 2500 años, que el origen del sufrimiento estaba en la
Ignorancia.
Lo que nos llevó a profundizar en la
filosofía, los estudios y a crear colegios públicos y universidades, para
encontrar el conocimiento que erradicase el sufrimiento.
Desconozco si en estos días se pararan
las guerras, los políticos cerraran los congresos y sus actividades para que
descansemos de sus abusos, los bancos y muchos explotadores cerrarán unos días
para que descansemos, pero habrá robos, asesinatos, delincuencia, abusos y
violaciones, como si no hubiese Navidad y los estudios, sólo hubiesen servido
para aumentar el sufrimiento que producimos en nuestra convivencia.
Y es que con la Sabiduría tradicional
de la Vida, a un niños que nació pobre, sin comida y pasando frío, le dio una
vaca y un burro. Ambos le daban calor, una le daba leche, el otro transporte
porque tan pequeño no sabía andar y su madre no podía caminar mucho cargada con
él, estando de postparto.
Los reyes, magos y con gran sabiduría
le llevaron oro, que no es comestible, incienso que no podía prender al no
poder comprar cerillas y mirra, que para qué la querría quien acababa de nacer.
Así que nos explicó lo que llamaba
Sabiduría aquel viejo que vivió, antes de que yo naciese. La verdad es que no
lo he entendido todavía, qué quiso decir cuando habló de: “Saber diferenciar
entre lo real y permanente y lo efímero de la falsedad, el saber distinguir lo
correcto de lo incorrecto”, y que eso era la erradicación de la Ignorancia y
del sufrimiento.
La pregunta que no me han respondido
todavía es: “Si no hay sufrimiento, y no podemos desear felicidad a los demás,
¿Existiría aún la Navidad?”, porque cómo podríamos ser felices sin turrón y
polvorones.
Obviamente, si miramos alrededor y
todo lo que ha creado el conocimiento, todo cuanto poseemos en nuestro vivir,
me llevaría a preguntarme, cuanto de todo ello me durará después de la muerte,
si me lo llevo conmigo. ¿Cuánta satisfacción me llevaré, de los abusos que he
tenido hacia los demás o conmigo mismo?, tendré en mi muerte el odio, los rencores,
la ambición, la insatisfacción con lo que soy y tengo, y tantas cosas que
conozco y hago, que me han sumergido en la infelicidad a mí y a todo lo que
convive conmigo, o simplemente me desprenderé de todo y lo dejaré de herencia
para mis hijos.
La felicidad es permanente, siempre
nos acompaña, incluso después de la muerte, porque es lo que hemos recibido de nuestros
padres, lo que dejaremos a nuestros hijos. Sólo hay que respetar, que no dañar,
para que la Dignidad, la Aceptación, el Amor, la dedicación y el hacer lo
correcto, las abone y riegue, para que no tengamos que desearla, viviendo en
Navidad, al nacer continuamente la inocencia del niño en nuestros corazones.
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