Nosotros hemos buscado como base de la
Justicia, la Ley, sobre todo su redacción, la letra, y como meta el perdón. Ese
Perdón Divino, Infinito y Eterno, que rompería la Libertad y el Amor, pues
nadie viviría las consecuencias de sus actos.
Hay quien nos enseña que: Tras la
muerte, viviremos desde un alma Pura, desde el Amor, todos nuestros actos,
sufriendo así las consecuencias de ellos y aprendiendo lo que es correcto para
una Vida de Felicidad y Amor.
Otros nos enseñan el Amor de Dios, su
Compasión, perdonándonos todo cuanto podamos hacer mal, incluso intencionado. Algo,
que nos recuerdan que no es totalmente cierto, que tiene matices y está
escrito.
Salomón, decide que en Justicia, si
dos personas dicen ser quienes tienen derecho a un hijo recién nacido, lo mejor
es darle la mitad a cada persona, evitando discusiones y problemas. Sería justo
desde la Ley, pero hay algo que mirar también que le lleva a darle el hijo a una
de las que lo reclamaban como suyo.
En Justicia, si esa mujer fuese
virgen, si fuese imposible que hubiese tenido hijos, era la que debería
recibirlo, pues había mostrado ser su madre, incluso sin parirlo. Porque la
Justicia, no tiene como base nuestras Leyes, sino el Amor.
San Pablo, fue perdonado de sus
crímenes. Fue perdonado por Dios, no porque no hubiese asesinado, sino porque
reparó el daño y su arrepentimiento fue absoluto y durante el resto de su vida.
Sodoma, Gomorra, la Tierra, los
mercaderes, no tuvieron que ser perdonados, sólo se les permitió conocer la
consecuencia de sus actos.
Buda el de la Gran Compasión, perdonó
a Angulimala, a quienes le envenenaron y a muchas personas, Angulimala, dedicó
el resto de su vida a ayudar a los demás y llevarlos al Camino. Otras vivieron
las consecuencias de sus actos.
Al final, el perdón sólo puede nacer
en un corazón arrepentido. Lo que Dios hace, es no tomar represalias, sino
permitirnos vivir en nuestra propia aberración, pues nos impide olvidar nuestra
Humanidad, por muy inhumanos que seamos.
La Justicia, no puede redimir, a quien
no alcanza el arrepentimiento y el propósito de compensar el daño causado. No
podemos devolver la vida, no podemos quitarle el sufrimiento padecido, sus
miedos, o cualquier causa de nuestros actos, pero sí al menos tratar de ayudar
a cualquiera que lo necesite, sin discriminación, porque parte del sufrimiento
causado, lo está cargando esa persona que ayudamos.
Por mucho que seamos perdonados, la
Justicia nos exige, que reparemos el daño, que sintamos el total
arrepentimiento y cambiemos la dirección de nuestro vivir. Porque el que
alguien nos perdone, incluso Dios, no elimina el resultado de nuestras
acciones, que veremos en nuestra sociedad, en nuestra convivencia, que es la
maleta, donde nuestras acciones, guardan los resultados.
La Justicia, no hay que pedirla, es
algo que nace de nuestra Naturaleza Original, de Amor, Dignidad y Humanidad.
Sólo cuando olvidamos o infringimos esa Naturaleza, es necesario implantar y
enforzar las Leyes.
Siempre hay que perdonar, a quien se
arrepiente y cambia su proceder.
Porque el Perdón, no es a los demás,
sino dárnoslo a nosotros mismos.
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