Mi vida ha estado en peligro muchas
veces, desde pocos meses después de nacer, que tuve bronquitis catarral, con la
suerte de que la penicilina y antibióticos, estaban llegando a mi pueblo. Con
pocos años, casi me ahogué, sacando la cabeza para poder respirar, mi mente
pensaba si me pondría morado o me encontrarían, pero no me invadió el pánico,
ni pensaba realmente si me moría o no.
Cruzando con unos 14 años un lugar en
las montañas de Madrid, al cruzar por un lugar un amigo o amiga, se quedó en
blanco, con el cuerpo en el vacío agarrándose a ambos lados, acudí en su ayuda,
y cuando salió casi me caigo al mirar para abajo. He estado cerca de que me
asesinasen, de bajar en Nueva Guinea el rio Sepik, en una canoa que me costaba
5 dólares australianos, con la experiencia de haberme hundido dos veces que
había montado en canoa.
Pero nunca he pensado en el suicido,
en India, bajé de más de 70 kilos a unos 45 en cinco meses, debido a una
enfermedad que ni tan siquiera sé cuál fue, pues no acudí al médico.
A los 10-11 años, se había suicidado alguien
en las vías del tren, y en el grupo que íbamos al colegio, andando a lo largo
de ellas, surgió lo del miedo que debía dar y cosas de niños, yo dije que era
fácil ponerse delante del tren, cuando se tenía miedo de vivir, no fueron mis
palabras en ese momento, pero sí la intención. Me preguntaron, si yo era capaz
de hacerlo y dije que sí, nunca sabré lo que habría pasado, pues mi hermano me
quitó de la vía a empujones, cuando el tren estaba cerca.
Y es que vivir es lo que yo considero
mi responsabilidad, el respeto por mí mismo, la muestra de amor y confianza,
que sin importar lo que soy y las condiciones, puedo mejorarlo, porque sólo
depende de mí.
Sé que hay muchos tipos de
circunstancias, en las que ha habido muchas personas que las han superado y
muchas otras, han desconfiado de sí misma y no se han respetado lo suficiente,
para creer que son capaces de solucionarlo o dedicar su vida a intentarlo.
A veces, faltamos al respeto, a las
personas que nos quieren o han querido, al no aceptar sus decisiones o no haber
aprendido durante los años de convivencia a respetarnos, para respetar a esa
persona que nos quiere y a veces queremos, cargándola con que somos incapaces
de aceptar su decisión o preservar cuanto hemos recibido de ella y mantenerla
viva en nuestro corazón, haciéndola eterna con nosotros.
Y es que vivimos en la cobardía:
Incapaces de ser humanos, de respetarnos, de respetar a los demás, incluso no
respetar la Vida que se ha entregado a ser lo que nosotros podamos crear, que
es lo que somos. No podemos matar la Vida, pero sí faltarnos al respeto,
renunciar a nuestra Dignidad y amor propio, de sentirnos incapaces de conseguir
nuestros sueños, nuestros deseos o simplemente lo que la Vida debe ser al
concluir con nuestra responsabilidad de crear algo que muestre la Vida y la viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario