Como a los filósofos me cuesta mucho
entenderlos, le pregunté directamente a un granjero acongojado que conocí, cuando
estaba llorando a la entrada del mercadillo.
Me dijo que él se lo había preguntado
también a varios filósofos y que no había entendido nada, por lo que no podía
solucionar su vida.
Era pobre y había montado una granja,
pero sólo había podido comprar una gallina y transcurridos unos años, sí, podía
comer huevos al menos, pero el negocio era una ruina.
Finalmente pasó otro granjero, que iba
llorando desconsoladamente, al verse se miraron y se contaron sus desgracias.
El otro tenía poco dinero y había montado una granja, pero sólo había podido
comprar un gallo. Llevaba varios años sin comer, y se desesperaba, pensando que
tendría que comerse el gallo, que era su esperanza de vivir mejor.
Al final para ahorrar gastos, y al
menos tener medio huevo para cada uno, decidieron vivir en una de las granjas,
al poco tiempo, comenzaron a tener más gallinas y gallos, pues con las penas,
no tenían hambre. Al final tuvieron que comenzar a vender huevos y aves en el
mercadillo y eso les mejoró su vida.
Pasados unos años, el granjero de la
gallina, se dio cuenta de que, sí, vivía mejor, pero tenía que trabajar muchas
horas, porque no tenía dinero para pagar a alguien que le ayudase.
Se acordó de un vecino que tenía
muchos hijos y que a veces iba al mercadillo a vender alguno. Así que fue a
hablar con él.
Este le dijo que había conocido a una
mujer, que le dijo que se tumbase encima o debajo de ella, hacía unos movimientos
mágicos, y pasado un tiempo le traía un hijo. Que quien conocía la magia era la
mujer, que la aprendió de su madre. Así que fue a hablar con ella, y esta le
habló de una amiga suya que también conocía y practicaba la magia.
Al final, tuvo varios hijos, y no sólo
encontró ayuda para la granja, sino que se divertía y además le producía
excitación y le gustaba.
Pero pasado el tiempo, pensó que no
quería que le trajesen más ayudantes, pues él se dedicaba a vender: Huevos,
gallos y gallinas, pero no quería vender niños.
Ella le dijo que los niños venían del
frío, así que le hizo una camisita de piel de pollo, para que se la pusiese,
antes de tumbarse juntos y que ella hiciese sus movimientos mágicos y dejaron
de venir niños, al tumbarse con todo caliente.
Al final, el granjero dejó de
preocuparse de si tendría que haber comprado un huevo, en lugar de la gallina,
pues gracias al otro granjero y a la mujer, era feliz y tenía para vivir.
Incluso cuando los niños no estaban trabajando, podía jugar con ellos.
Mientras el filósofo, seguía
preguntándose si realmente Dios, había creado una gallina y un gallo adultos,
de la nada y sin huevo. Pero es que además tampoco sabía cómo se llamaba Dios,
por lo que no podía preguntarle, cómo lo había hecho.
Para consolarse, se compró unos huevos
y un pollo, y se hizo una buena comida.
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