Todos sabemos y entendemos lo que nos
dicen o estamos diciendo. Pero realmente podemos decirlo, sin tener una parte
de equivocación o error.
Hay veces que mirando un paisaje,
viviendo una situación o un momento de nuestras vidas, respiramos
profundamente, nos llenamos de lo que estamos viviendo y cuando somos
conscientes de ese momento, transcurridos unos segundos o un instante, decimos
que somos felices.
Cuando realmente hemos sido felices ha
sido en esa respiración profunda, cuando hemos comenzado a procesarlo y
comunicarlo o percibirlo, ha transcurrido un tiempo en el que todo ha podido
cambiar y, de hecho, ha sucedido.
No quiere decir que no sigamos siendo
felices, sino que la felicidad que podemos sentir siempre es la pasada, no la
que estamos viviendo y que no es tan profunda, cuando la respiración deja de
serlo.
Podemos sentir
una mezcla de asombro y quedarnos sin respiración. Podemos sentir alegría y
entrar en un estado de excitación, en una respiración entrecortada.
Pero
no es la felicidad de cortar los cordones umbilicales y respirar profundamente
ante el sentimiento de felicidad, seguido de un llanto al ver la responsabilidad
que implica la Libertad de la independencia, al perder las ataduras.
Y
es que incluso vivir inundados de felicidad, no es lo mismo que sentirnos
felices. Somo y tenemos Naturaleza de felicidad, pero nos hemos conformado, con
sentirla en ciertas ocasiones, que a veces se pierden en el tiempo y no son ni
reconocidas por nosotros mismos.
Es
fácil ser felices, agradeciendo lo que se es y se tiene ahora. No es la
felicidad que puede sentirse, sólo es vivir felices.
La
felicidad, impide perder el amor o el respeto por todo cuanto convive y está en
nuestro vivir.
El
simple hecho de que creamos, que somos felices al dominar o poseer algo, señala
que nos cuesta saber lo que significa la Felicidad.
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