Recuerdo que estando en Japón con mi
Maestro, estaba leyendo un libro sobre budismo en inglés, por lo que usaba el
diccionario para algunas palabras que no entendía.
El libro no era de los complicados,
eran enseñanzas simples para introducir al budismo. No recuerdo las
circunstancias, pero me llegó el mismo libro, traducido al español.
Me alegró poderlo leer, con palabras
que entendía, se lo agradecí a la persona que me lo había dejado. Pero leídas
las primeras páginas, el entendimiento que obtenía era muy diferente al
encontrado en la lectura en inglés.
Se lo devolví a la persona que me lo
había dejado y al preguntarme le dije, que personalmente no me gustaba la
traducción independientemente de si había sido traducido del sanscrito, del
pali o del chino, o de cualquiera de las traducciones realizadas a lo largo de
más de mil años.
De alguna manera, incluso sin saber
cuál de las traducciones estaba más cercana al original, mi entendimiento iba
en la dirección de lo que entendía al leer la traducción inglesa.
Me pregunto si pasará lo mismo con las
traducciones de los filósofos griegos, que dependiendo de la traducción, así es
el entendimiento. Pero, sobre todo, el entendimiento del lector, nunca puede
ser el de las palabras escritas, incluso en el original.
No hay posibilidad de que lo escrito
por una persona, coincida en su totalidad, con el entendimiento de quien lo
lea.
Podría incluso ser posible que yo leyendo
la traducción inglesa, y quien me lo había prestado leyendo la española,
entendiésemos lo mismo, al ser diferentes las traducciones y nosotros. Pero
ninguno podríamos entender lo que quiso expresar quien lo escribió o quien lo
pronunció de palabra.
Mi entendimiento del budismo no es el
mismo que el de mi Maestro, el cristianismo que yo entiendo es diferente al de
los profesores de religión, los compañeros de Acción Católica, o de las
personas con las que he argumentado, sean luteranos, testigos de Jehová,
evangelistas, gnósticos, rosacruces. No he leído ningún filósofo, que pueda
integrar todos los conocimientos que expresa, sin entrar en controversias.
Pienso realmente, que para denominarse
filósofo, no se puede dejar de escuchar cualquier opinión diferente a la
mantenida por uno mismo. Porque ser filósofo es amar el conocimiento, y el
conocimiento propio, es el único que no podemos aprender o hacerlo crecer, sin
aportar el de los demás.
Tratamos de encontrar la Verdad, pero
eso es una quimera, pues Verdad es la suma de todas las opiniones, acertadas y
equivocadas. Lo que nos obliga a escuchar a todos, a quienes nos ayudan y a
quienes nos hacen perder el tiempo aparentemente, al no estar preparados para
sacar lo bueno de lo escuchado.
Más importante que lo que nos dicen,
es lo que nosotros entendemos, porque eso es lo que nos permite aumentar
nuestro entendimiento.
Buscar el apoyo, de quienes piensan lo
mismo que nosotros o que no se atreven a dar su opinión, creer que nuestro
conocimiento es recordar o estar de acuerdo con lo escrito por alguien, incluso
escrito por nosotros, es cualquier cosa, pero pienso que no es amor al
conocimiento.
Mirar la Vida, y verla solamente desde
la ventana que usamos a lo largo de nuestra vida, sólo nos permite pequeños
avances, si no aceptamos opiniones contrarias o no miramos sin opinión y sin
almacenar el conocimiento de lo que hemos visto, si no es transformándolo en lo
que somos.
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