En las filosofías antiguas, en las
creencias, en las religiones y en nuestro pensamiento, el Universo manifestado
como creación o manifestación de algo, es en el que existimos, al que
consideramos junto a cuanto existe en Él como la mitad Yin, impermanente,
finita y transitoria.
Mitad que de alguna manera, tiene una
parte o mitad, a la que llamamos Espíritu o chispa Divina, que es Eterna.
La mitad Yang, de un Uno o Todo, es la
que consideramos Divina, Esencia, Potencialidad, Espíritu o lo que da Vida a
cuanto existe en la mitad perecedera, es la considerada como no nacida, sin
Principio y por tanto Eterna e Infinita.
Al final, su mitad sigue siendo este
Universo en el que nos movemos nosotros y que nos lleva paso a paso a morir, a
desaparecer o como dicen algunas filosofía y religiones, regeneración Eterna de
lo manifestado, al considerar que no existe la muerte como final, sino como
cambio o regeneración de algo que se agota.
Es natural que si centramos nuestra
atención en este Universo de Impermanencia, todo es transitorio, cambiando en
cada ahora.
También lo natural en nuestra
manifestación y forma de expresar lo que somos, cargamos con el pasado, un
número infinito de ahora, que nos pesan y apenas nos dejan vivir el presente,
el ahora en el que realmente existimos.
Creemos que lo del Yin y el Yang, que
el Aquí y Ahora de los cuentos chinos, no existen realmente y que carecen de
importancia en nuestro vivir. La realidad que yo encuentro es que es imposible
vivir en armonía, si no se equilibran las mitades y si somos incapaces de vivir
en el ahora, siendo la Eternidad, la manifestación del Ahora Eterno en un
ahora, entre el pasado y el futuro, en una Vida en la que no existe el tiempo.
Ser Uno, implica que todo se sustenta
en el Amor, que todo pierde su individualidad en la dualidad en la que
separamos las mitades, para existir en una misma Individualidad Única, que no
puede cambiar, porque sólo se manifiesta en el Ahora, sea este la Eternidad o
la carencia de tiempo.
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