No pretendo molestaros

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Yui Shin

lunes, 24 de febrero de 2025

LA RENUNCIA

           Resulta increíble que nuestro camino fuese establecido tan pronto en nuestro vivir. En un Jardín, lleno de animales y árboles, sólo nos apeteció, comer del único árbol que nos habían dicho que no comiésemos.

          Fuimos expulsados por desobediencia, y poco después, nos matamos entre hermanos, porque alguien prefirió lo vegetal a lo animal, la agricultura que la ganadería.

          Algo que no hemos abandonado en toda nuestra existencia. Desobedecer, desear lo que no tenemos o lo prohibido, matar todo aquello que es amado o preferido antes que nosotros y ser el centro de la Vida, del Universo, alrededor de quien tiene que girar todo, incluso Dios debe de darnos lo que deseamos, lo que creemos merecer, si no quiere ser ignorado, desobedecido o asesinado en nuestros corazones y desterrado de nuestro vivir.

          Obviamente, todo lo que nos hemos repetido usando mesías o enviados de Dios: “La Eternidad y la Humanidad, sólo nacen del Amor”, pues es el camino que lleva a la Nada del Uno, donde siendo Todo, no puedes percibirte a ti mismo o algo como externo o interno.

          El Amor nos transforma en Uno, pero todavía estamos existiendo en la multiplicidad, en la diferencia en la que no hay dos individualidades iguales, dos ahora que se repitan y sólo puedes existir en el mismo aquí si desaparece el movimiento en todo el Universo.

          El comernos la manzana, pudo dejar a la bruja que no pudiese envenenar a la princesa o que la madrastra no pudiese envenenar a Blancanieves. Pues si fue del único árbol que no podíamos comer, debería haber una razón: Era del que comía Dios o simplemente asesinaba la inocencia.

          Pero lo grave, nuestra mayor equivocación, no fue comer la manzana, sino abandonar el respeto, por nosotros mismos y por los demás. No respetamos a Dios, sus consejos, no respetamos a nuestros hermanos, y con ello perdimos el respeto por nosotros mismos.

          Ese respeto, es la semilla de la Dignidad y sin ella no hay Amor, ni Justicia. De alguna manera, somos la tierra, el abono, que debía hacer fructificar la semilla de la Dignidad que nos permitiera manifestar la Humanidad.

          Nadie podía despojarnos de ella, pues sólo era una semilla que debíamos hacer germinar y crecer la Dignidad en nosotros.

          Lo que hicimos fue renunciar a ser el lugar donde naciera la Dignidad y convertirnos en seres humanos. Esa renuncia es lo que ha creado el Universo donde nos manifestamos, carente de Humanidad.

          Siendo los que renunciamos libremente a establecer la Dignidad en nuestro Universo, por la misma libertad, podemos cambiar el camino, olvidar el asesinato de nuestros hermanos, olvidar que nos falta algo, para tener suficiente con lo que tenemos y disfrutar y ser felices con lo que tenemos, en lugar de desear vivir y disfrutar de lo que no tenemos.


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