Nuestra complejidad, de seres
infinitos y eternos, conlleva, el que hay en nuestro vivir un número infinito
de extremos: Cuerpo-mente, alma, espíritu, femenino-masculino, humano-animal,
bueno-malo, nocturno diurno, activo-parado, pero sobre todos, están los
extremos yo y demás.
Esa separación en las que los extremos,
son equidistantes de un centro teórico que elimina ambos, es el origen de
nuestra infelicidad es insatisfacción con nosotros mismos y con la sociedad,
que vemos como camino de satisfacer nuestras ambiciones y deseos, más que como
forma de aprendizaje y capacidad de ser Una sociedad, en lugar de la
confrontación de yo y lo demás.
Nos declaramos como seres controlados
por su mente, emociones, deseos, la carne del cuerpo e incluso los demás. Realmente
somos los seres que tienen todas esas herramientas para encontrar su Verdad, su
Realidad. Todas ellas son individualidades integradas en lo que somos nosotros,
por lo que son simplemente partes de lo que somos y que nos ayudan a ser lo que
somos, pero el control, la responsabilidad reside en nosotros.
El movimiento pendular, buscando el
equilibrio, no es encontrarlo en la desaparición de ambos extremos, sino en su
unión en ese punto de reposo, transmutarse los dos para ser Uno, manteniendo
ambos su individualidad.
En el tiempo, el péndulo se mueve
entre pasado-futuro, nada-eternidad, al pararse en el centro, lo que nos da es
un nacer en cada Ahora por toda la Eternidad, no desaparece nada, sólo las
mitades, los opuestos, se transforman en el Uno, donde desaparecen los extremos
del yo y lo demás.
Es cuando una familia es Una, cuando
un grupo es Uno, cuando la sociedad no es la agrupación de muchas cosas y
gentes, sino Una Sociedad solamente.
En el Uno, no desaparezco, simplemente
soy responsable del bienestar de ese Uno, realizando mi función correctamente. El
Uno siempre aceptará ser, lo que la correcta realización de mi función cree,
mientras que su función es la responsabilidad de enseñarme a hacerlo, sin
tratar de ser una individualidad separada, en lucha con las demás.
La Felicidad nace del Amor, y en Él no hay separaciones, pues es la entrega Absoluta al Uno al que pertenecemos.





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