¿Quién de
nosotros, no ha ido al cine o ha leído un libro, donde uno de los personajes,
ante las dificultades, ha buscado una salida drogándose, en lugar de
enfrentarse al problema?
Vemos cómo el
uso y popularidad de las drogas no hace sino crecer sobre todo entre los
jóvenes. Su personalidad en formación, su idea de vida fácil y la creencia de
que es un derecho obtener las cosas necesarias, les hace presa propiciatoria de
lo que parece el camino fácil, ignorando de los peligros de este tipo de
caminos. No es de nuestro tiempo el usar drogas, lo que sí ha cambiado con
respecto a épocas antiguas, ha sido la motivación y qué se usa.
El motivo más
común es el de perder la consciencia, el de romper el control de la mente
consciente, con sus limitaciones, sus reglas morales y costumbres. Lo que nos
lleva a perder las inhibiciones, a no ser conscientes de nuestros actos y sobre
todo nos hace perder la noción de la responsabilidad de nuestros actos, sobre
todo con nosotros mismos. También nos adentran en mundos del subconsciente,
cerrado por los muros que creamos con el consciente.
Quizás, lo
que no pensamos, es que en todos los casos, son lugares donde no nos hemos
ganado el derecho a estar. Mundos de los cuales no sabemos sus reglas, donde
una vez dentro no sabremos salir, donde nuestra personalidad no existe y con la
que existe no podemos vivir.
Hace años leí
un libro titulado, “La enfermedad Como Camino”, en él se escribe sobre las drogadicciones,
cada una de ellas derivada de una insatisfacción personal o con la vida, la
cual subyace en nosotros y nos crea una debilidad, que nos guía hacia el tipo
de drogadicción relacionado con ella.
En la
antigüedad ha habido tribus y civilizaciones, en las cuales se han usado
drogas. En sus religiones y algunas personas con una función especifica, tras
muchos años de dedicación y esfuerzo, algunos de sus miembros rompían los
últimos resquicios de su consciencia, por medio de un uso controlado de ellas.
Eran personas
de probado esfuerzo, ética, dedicación y al servicio de la comunidad. Lo cual hace que el uso ocasional que hacían, no pudiese
llamarse drogadicción.
El problema
de nuestro tiempo, es que las drogas tratan de sustituir: el esfuerzo, el
compromiso, vivir plenamente lo bueno y lo malo, saber donde, cómo y por qué
estamos donde estamos, la responsabilidad de lo que somos y hacemos. En
definitiva la gente se droga por la falta de confianza en sí mismo y por
vagancia.
Hemos hecho
leyes para: el tabaco, la bebida y demás drogas. Todavía no las hemos hecho,
para tantas y tantas drogadicciones que usamos para escapar de nosotros.
Siempre que existe un gran problema, la
solución sigue estando en lo simple, lo cercano, lo obvio, “Vivir”. Nos
preocupa: cómo, donde, el por qué, si somos lo que los demás quieren o
aprecian; queremos saber las razones para todo, olvidándonos de ser nosotros.
El Gran
Misterio de la Vida ,
es que todo el Universo vive, pero no lo sabe. La gran suerte es que siendo
Vida, no hace falta saber nada, Vivir es nuestra naturaleza, vivir sin sujeto,
sin predicado, no hay conjugación de ello, “Sólo Vivir”.
La simpleza
de la vida, nos lleva de nuevo a lo que es la raíz y origen de muchas de
nuestras decisiones: “La educación”.
Hemos
aprendido: que tenemos derechos, que por haber nacido y ser lo que somos,
nuestros padres, maestros, jefes y políticos, están en deuda con nosotros y
deben de hacernos fácil la vida, que los demás están obligados a aceptar lo que
decidimos y queremos, que somos libres para hacer lo que nos apetezca sin
importar las opiniones ajenas, etc..
Pero la vida
en su día a día, nos va enseñando que por encima de muchos otros conceptos está
el amarnos, aceptarnos, conocer nuestras limitaciones sin juzgarlas, que el
mejor camino es el que nos ayuda a desarrollarnos como seres, que el camino
fácil y sin esfuerzo casi nunca es el adecuado, porque no nos ayuda a conocer
nuestras limitaciones, ni permite que comprobemos, que por muy alta que sea
nuestra autoestima nuestro limite está mucho más allá.
El camino más fácil y sencillo, el más
corto, es el que permite que seamos felices, nos sintamos satisfechos con
nosotros mismos y sobre todo que seamos conscientes de vivir cada momento de
nuestras vidas, dando gracias por ello.
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