No recuerdo, cuantos de los catorce años que pasé en Japón habían transcurrido, lo que si
recuerdo es que en la batalla con mi Maestro, había perdido algunos de: mis
ideales, conceptos, ilusiones y posesiones amadas y defendidas con ahínco.
Lo que si se,
es que en los pequeños huecos que había dejado, a veces se asomaba la suave luz
de la Vida, por lo que estaré eternamente agradecido a su esfuerzo y dedicación.
Un día nos
estaba hablando de Ryōkan, un monje japonés que vivía en una pequeña ermita de
unos ocho metros cuadrados, en la que la lluvia y el viento paseaban a través
de su tejado y paredes. Un día al volver encontró que alguien se había llevado
todo cuanto en ella había: colchoneta, una muda de ropa, el poco arroz que los
lugareños le habían dado y poco más.
Su reacción
me impactó enormemente, en un principio sin saber exactamente por qué, “simplemente
escribió un Haiku, y en él con la brevedad que ello conlleva, todo un tratado
de vida".
“El ladrón no se llevó, la luna en la ventana”.
La luna
llena, símbolo de la Mente Pura, no había podido ser tocada, nadie la puede
robar; al contrario de lo que creemos poseer que sí puede serlo, las cosas
verdaderamente reales no nos las pueden robar. Lo que somos, es nuestra mayor
realidad, mejor dicho, lo que verdaderamente Somos, que es precisamente lo que nunca
nos interesa. Como dijo el Buda, esa ignorancia es el origen del sufrimiento.
En Junio del
96, escribía mi último poema, desde entonces he pensado algunos que no han sido
escritos, otros han sido dados sin conservar copia. De alguna manera mi sensación
al terminarlo fue, de haber llegado a una conclusión que me proporcionaba
trabajo para el resto de esta vida.
(21 - VI - 96)
¡Qué
alegría me produce!,
el canto de los pájaros.
Melancolía y tristeza,
canto de pájaros.
Soñamos,
luchamos, deseamos, ambicionamos, juramos, que con la posesión de lo que
queremos porque nos hace falta, seremos felices. Que solamente necesitamos eso,
que nuestra felicidad está producida y sustentada por ……
Todo sigue estando a nuestro servicio, la
Vida nos proporciona y Es, todo cuanto nosotros estamos creando. Y seguimos
estando, llenos de melancolía por lo que no somos capaces de ver, en la convicción
equivocada que el no ver significa no existir, sin creer que no nos hace falta
poseer nada, porque nada puede ser poseído, porque ya somos ese Vacío que acoge Todo
sin poseerlo.
Espero ser la seguridad de la
conclusión, de este, “Mi Último Poema”.
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