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Yui Shin

martes, 28 de octubre de 2014

EL NACIMIENTO DE LA RELIGIÓN

La naturaleza aparentemente diferente de un espermatozoide y un óvulo se han unido. Comienza una nueva vida, dual y única, es el despertar de un nuevo universo.
Una mujer camina, se siente sola y absoluta, no sabe que en sí misma habita su creación. Un algo pequeño y sin identidad propia, está creciendo en su interior y que aún no sabe: de existencia, de dualidad, de unidad o separación. Todavía sin movimiento propio, sujeto en el útero, no ha podido sentir su existencia, ni la existencia de nada más que le haga percibir su dualidad.
          Hace millones de años que la tierra se ha enfriado, las bacterias han creado nuevas formas de vida, plantas animales, etc., que siguen evolucionando y un día aparece, lo que será conocido como homínido. En el principio apenas siente la diferencia con el resto de las manifestaciones de la vida, aparte de por su forma. Vive y se dedica a ser simplemente él mismo, no siente separación con los demás, se alimenta cuando es necesario y se mueve y procrea, esforzándose como el resto, por afianzar su subsistencia.
Probablemente, la separación y principio de su desarrollo intelectual comience, cuando por primera vez siente gratitud hacia el resto de seres que le rodean.
El feto se ha movido, ha sentido que hay algo aparte y diferente de él, por primera vez siente el cobijo del útero, la grandeza del ser que le protege y alimenta y sin saber qué es y hacia quién lo siente, nace la gratitud en esta nueva vida.
Gratitud al río y al manantial que le dan agua, al bosque que le protege y aprovisiona de leña y comida, al sol que calienta su cuerpo y ayuda a crecer la vida, a los animales que le dan comida y a pesar de su poder creciente, no les mata si no es para alimentarse, al igual que hacen ellos mismos. Todavía no ha sentido la diferenciación y dualidad de la vida, siente gratitud sin saber que es lo que siente, ni por qué. Los homínidos, solamente ocupan su lugar y cumplen con su responsabilidad.
Es, cuando avanzan en su intelecto, al ver aumentar su poder, cuando comienzan a ser conscientes de su dualidad, cuando inician el ataque a lo que sienten como oposición. Es el comienzo del ego y el nacimiento de la búsqueda de una fuerza que les ayude a ser más poderosos que los demás. Al principio son las fuerzas de la naturaleza, de las cuales han sufrido y comprobado su poder. Con el paso del tiempo y al convertirse cada vez más en la fuerza dominante, crearon seres poderosos a su imagen y semejanza.
El feto se ha desarrollado y el tiempo de ser expulsado de su paraíso ha llegado, por primera vez se enfrenta a su dualidad creadora, en una indefensión total, su única salida es,  confiar en los creadores con una entrega absoluta. Son su referencia y meta, todo lo que necesita y quiere, depende de ellos.
La seguridad y confianza en el triunfo está estrechamente ligada, a la visión y seguridad en sus guardianes. Es el principio del culto, de la religión, encaminada a logros, a peticiones de poder, a encontrar quien te recompense por lo que haces y finalmente, alguien la usa para que se castigue, aquello que le impide conseguir algo, completando un círculo.
Los padres, continúan estando siempre unidos a su creación, ellos nunca cortan ese cordón umbilical, no han experimentado la dualidad de separación, solamente han comenzado a sufrir y resignarse ante la individualidad del hijo.
En nuestros verdaderos padres (la Vida Infinita), la religión existe mucho antes que nosotros, aquella que vivimos al principio, antes de sentir que nuestros padres no son como habíamos imaginado. Esta religión es la de: la unión, la responsabilidad, la que no sabe de dualidades, en donde cada uno es una individualidad no separada, en la que la gratitud y aceptación de las circunstancias no es percibida.
Qué lejos estamos de esta religión, de la que sólo usamos la parte del ego, la de las recompensas, las de manejar y usar a los demás o la negamos, jugando a ser dios, a ser sus profetas. No nos damos cuenta de que en la verdadera unión con nuestra Madre-Padre, nunca crece el cordón umbilical, somos solo uno, en realidad, nunca podremos estar juntos o separados.

Somos nosotros los que vivimos y sentimos esta separación, los que creemos que se ha cortado  el cordón umbilical, los que creyendo que somos dios, negamos la existencia de Dios. Mi única verdad, es que nunca he oído a Dios decir nada, ni tan siquiera que es dios.


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