Al poco de llegar
a India, en Dharamsala pasé bastantes horas leyendo libros acerca del budismo,
en la Biblioteca Tibetana, donde estuve alojado por varias semanas. Me pareció
interesante lo que leí, a pesar de que lo hice con un diccionario para intentar
comprender las palabras, ya que casi todos los libros eran en inglés y muchas
de las palabras y conceptos no me eran familiares.
Pero fue en
Ajanta y Ellora, en sus cuevas, donde verdaderamente fue el comienzo de mi
interés un poco más profundo. Aquellas estatuas en la penumbra, el silencio, la
paz, la mirada desde el alma de unos ojos de piedra, la frescura que encontraba
tras horas de caminar al sol de India, las vistas que tantos miraron desde lo
alto buscando la Verdad, buscando a Buda.
En Ceilán aprendí
un poco más en las horas de recuperación de la salud, que venía con retraso
desde India. Unos días con unos monjes en las montañas, meditando o algo
parecido, ellos estaban ocupados y me dejaron un libro de meditación. Precioso
amanecer desde la cueva donde había pasado la noche.
Tras años de
leer algunos libros, para entender a Buda y sus enseñanzas, llegué a Japón y a
mi Maestro. Muchas preguntas en un casi inglés y respuestas en japonés, pasado
un año o dos, con traducciones que me explicaban sus explicaciones. Pero casi
nunca pudieron aclarármelas mejor, que unas pocas palabras en un inglés de cien
palabras del Maestro y una indicación, un movimiento, un gesto, acompañándolas.
Pasaron los
años en Japón, en España de nuevo, y ahora puedo agradecerle, que nunca se
esforzara en explicarme o contestarme las preguntas, que no me enseñara cómo
era el Buda que Él conocía, que no me explicara cómo era mi Buda. Me quito
cuantos conceptos pudo, me rebatió todo lo que encontré, me enseñó mi gran
conocimiento de muchas cosas y el espacio que ocupaba en mi mente, me dejó ver con
una claridad diáfana que no me quedaba espacio, que todo lo que era estaba
lleno de mí y mis conceptos.
Un día salí
de España, ¿buscando algo?, pienso que no. Salí de España porque era donde
estaba, para llegar allí, donde quería, para llegar a todos esos países, todos
esos lugares tan lejanos, es por lo que salí de aquí.
Vi, busqué,
encontré y conocí, lugares, costumbres, personas. Casi nunca entendía lo que se
hablaba a mi alrededor, finalmente cuando encuentro un Maestro, resulta que por
ser japonés no hablaba español, algo que nunca me había pasado en España, donde
casi todos los españoles lo hablan.
Al final no pude encontrar a Buda, siguiendo
donde señalaba el dedo de mi Maestro, al llegar recibí la gran decepción de que
solamente estaba yo. No se que más decir, bueno, finalmente al volver a España,
pienso que Buda me encontró, así que podéis imaginar que todavía me decepcioné
más. Tanto viaje, para que en cuanto llegaba a un sitio, había simplemente
llegado a otro aquí, por más que me moví del aquí en que me encontraba para
llegar allí, nunca lo he conseguido, siempre, siempre, he llegado a un nuevo Aquí,
a pesar de todos los años que han pasado, sigo viviendo ahora, menos mal que si
bien no he encontrado a Buda, al menos he encontrado a Yui shin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario