Decía mi
Maestro a menudo: ““手放します”Tebanasu” (dejar ir), en lugar del “Shimasu”
(Hacer), solía enseñarnos la mano extendida.
Cuando “dejamos ir con la mano extendida”, es
la actitud más representativa del budismo, en ella se encierra la gran
filosofía Zen, “Vive con la mano
extendida”.
Aparentemente,
no parece una gran enseñanza, porque dejar ir podría llevarnos a entender la
Vida como indiferencia, el no importarnos nada, el vivir sin ilusión. Pero es
esta actitud de la mano extendida, la que percibió Buda en Makakasho, al contemplar la flor en Su mano. Es la actitud que el Buda conserva con Todo, es la que la Vida Es con
todo cuanto se manifiesta.
Origen de la
felicidad, de la libertad, de ser estrictamente lo que hay en ella, en absoluta
libertad de venir, de quedarse, de irse, porque la mano permanece abierta
independientemente de las circunstancias.
Abrir la
mano, es la extinción del sufrimiento, el encuentro de nuestro Ser, el
despertar del Buda que nosotros vivimos, para que viva Él.
¿Qué presión
podemos sufrir, si todo circula libremente?, ¿Qué habrá en nuestras vidas, sino
lo que la Vida nos muestra en libertad?, ¿Qué pasado puede apesadumbrarnos si
el tiempo que existe es el que la Vida posa en nuestra mano abierta?, ¿Qué
permanecerá innecesariamente en nuestra vida haciéndonos sufrir, si puede irse
en libertad?, ¿Qué deseo podemos tener, si incluso la mano es libre para que el
ir y venir de la Vida, no nos afecte?.
La mano
extendida de Buda sostuvo una flor que hizo sonreír a Mahakasyapa, lo que le
llevó a ser el heredero de la enseñanza de Buda. Podríamos asegurar que: "No fue
la sonrisa, que Makakasho no llegó a ver
la flor, que no pudo recibir ninguna herencia".
Mahakasyapa
vio la libertad de la mano, percibió que esta libertad solamente era no cerrarse
y atrapar lo que la Vida deposita en ella, nunca hubo la mencionada flor en la
mano, sino que estuvo en la flor, fue la mano la que se hizo flor, porque
aceptó ser lo que la Vida había depositado en ella.
Pero todavía
no había sonrisa, porque la aceptación por sí misma, no es suficiente para una
libertad plena. Siempre podremos usar la otra mano para retirar lo que hay en
ella, o para guardarlo, en otro sitio. Es en otro koan, donde podemos ver cuál
es la mano extendida: “Cuál es el sonido
de una sola mano al aplaudir”, cuando
el sonido de la mano es lo que hay depositado en ella, lo que viene, lo que se
va, lo que se ha ido, porque siendo Silencio su verdadero sonido, en Ella
existen todos los sonidos, Todo.
Es en la Inexistencia
de la mano que soporta Todo, donde el ingrediente que falta es “la Entrega”, porque es la entrega
siendo lo que hay en Ella lo que hace que la mano abierta, pueda Ser Todo,
siendo Nada.
Cuando mi
Maestro mostraba su mano extendida, diciendo: “Tebanasu”, no mostraba la aceptación
de la despreocupación, tampoco la entrega de la preocupación. Lo que nos
transmitía era: “Todo está bien como es, todo es perfecto,
simplemente ocúpate de verlo, de serlo”, porque es entonces
cuando el Buda que siempre vive en nosotros puede sonreír viéndonos despertar.
No es la flor, no es la sonrisa, no nos transmiten nada, es: “La Mano Extendida
la que al despertar, diluye la ignorancia que encierra al Buda que somos”.
Como dice el escrito: “Subete yoshi” (すべて
よし), “Todo bien, todo es
perfecto como es, la mano extendida solamente soporta la perfección, al hacer
perfecto desde su aceptación y entrega cuanto la Vida manifiesta en Ella”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario