En nuestro
esfuerzo por comprender, por entender la finalidad, los objetivos y el por qué,
de las cosas, de la Vida, nos encontramos con el dilema de que nada es: lo que
vemos, pensamos, sentimos o creemos. Que la finalidad de las cosas, incluso de
la Vida es inexistente, que la única finalidad real de Todo, es la que nosotros
mismos le damos
Escuchamos las palabras, en la
creencia de que lo que nos han dicho es lo que hemos entendido, utilizamos lo
que nos acompaña en la vida, dándole un uso que creemos es su finalidad, para
lo que ha sido creado o ha cobrado existencia en nuestra realidad. Pensamos que
lo más importante de cuanto existe es aquello que nos ayuda a vivir mejor o a
mantener nuestra existencia, a veces dejando desaparecer o destruyendo lo que
pensamos innecesario.
Desde el budismo: “Todo cuanto
existe, existe sin propósito, en esencia no hay bueno o malo en sus naturalezas
individuales o colectivas”. En nuestra manera de mirar cuanto nos rodea, esto
es absurdo, ¿Cómo puede la existencia, no tener propósito, finalidad?”. Es la
consecuencia de haber nacido en Libertad, un lugar donde la finalidad o el propósito
de todo es el que se le ha dado, justamente “ahora”, único momento en el que
Todo existe, siendo solamente lo que es ahora, resultado del pasado y creador
del futuro, cuando se convierta en presente, en “Ahora”.
Nuestro entendimiento, está sustentado
en los recuerdos, en las vivencias que aún conservamos en la mente, en lo que
nos han enseñado. Aún pareciendo lo mismo, es más en lo que hemos aprendido
donde debe de residir el conocimiento, porque lo que “Realmente hemos aprendido”
es lo que somos, la asimilación de nuestro pasado, de la vida que hemos
contemplado, sentido, vivido. No es el recuerdo, ni lo que retenemos en la memoria
sino en lo que somos ahora, donde está la verdadera fuente de nuestra percepción
del entorno, cuando es realizado desde el “ahora”.
Nadie cree poder vivir sin
recuerdos, los buenos y los malos, que son la carga que nos impide vivir en el
presente, lo que nos va aplastando con su peso, lo que irremediablemente nos
arrastrará hacia el sufrimiento, no por los recuerdos en sí mismos, sino por el
cordón umbilical que nos ata al pasado. El pasado es innecesario que sea recordado,
porque es lo que somos, el ahora.
Es en la aceptación del ahora, en
el que no existe pasado, donde no puede producirse el conflicto, al no tener
donde crecer, donde nacer. Es por ello que el budismo enseña que la felicidad
es ser Felicidad Aquí y Ahora, donde no existe nada que pueda producir
sufrimiento.
Desechar los recuerdos es la
Absoluta Aceptación de lo que Somos, que es inevitable pero difícil de
conseguir, no significa no recordar, sino que hay que ser recuerdo, no es no
tener pasado sino serlo, pero todo ello tiene que existir en el ahora.
En este Aquí y Ahora, no hay
finalidad, pues no existe el cambio, no hay por lo tanto propósito, pues el
principio y final están concluidos, es en el propio escuchar donde reside la
finalidad, porque nos transformamos en lo que verdaderamente escuchamos.
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