No pretendo molestaros

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Yui Shin

lunes, 4 de abril de 2016

A MENOS DE UN PASO


          Hay tantas veces en nuestra, vida que buscamos desesperadamente lo que tenemos, que es frustrante ver cuando nos hemos dado por vencidos, que lo que hemos deseado con todas nuestras fuerzas, estuvo a mano todo el tiempo.
          Hay una historia antigua, que nos dice cómo llegamos a perder nuestra vida, cuando hemos conseguido lo deseado. Pero también nos recuerda que no podemos pedir ser lo que no somos, pues por muy alto que lleguemos, la vida nos devolverá a nuestro lugar. Que nuestra responsabilidad con la Vida no es tanto encontrar cómo vivir, o cómo debe ser la Vida, sino manifestarla para que alcance su máximo esplendor, en la que nosotros debemos manifestar lo que somos: Vida.

LA CUERDA DE LA VIDA.-  Cuentan que un alpinista desesperado, se preparó durante años, para conquistar las altas cumbres. Un día partió, para conseguir la gloria, él solo, demostrando que estaba por encima de los demás. Escalando sin descanso, sin paradas, sin compañía, se le hizo de noche, hasta que la oscuridad le impidió ver el camino, el lugar donde apoyaba los pies, donde se asían sus manos. Todo era oscuridad, sin luna y las estrellas cubiertas por las nubes.
Casi al llegar a la cumbre del acantilado, se resbaló, desplomándose al vacío, … Cayendo a una velocidad vertiginosa, apenas percibía manchas más o menos oscuras, mientras se sentía succionado por la oscuridad. En la caída le pasaron por la mente lo buenos y malos momentos de su vida. Sintiendo la muerte, un violento tirón, le frenó de repente, la cuerda y la estaca de seguridad le habían detenido en el vacío del acantilado. Después de un momento de quietud, suspendido por los aires, gritó con todas sus fuerzas:
-   “¡¡¡¡Ayúdame Dios mío!!!…”
De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:      
-   “¿Qué quieres que haga, hijo mio?”.
-   “Sálvame, Dios mío”.
-   “¿Realmente crees que te pueda salvar?”.
-   “Por supuesto, Señor”.
-   “Entonces corta la cuerda que te sostiene…”.
               Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó…
Cuenta el equipo de rescate, que al día siguiente encontraron colgado a un alpinista muerto, congelado, agarrado fuertemente con las manos a una cuerda…a tan solo dos metros del suelo…

          A veces pedimos a Dios, incluso sin creer en Él, simplemente desesperados de no creer en nosotros, por nuestra falta de autoestima, al no respetarnos por falta de amor. Arrastrados por el ego, por el deseo, por nuestra ambición, por el deseo de mostrar que somos mejores, no de lo que piensan los demás, sino de lo que nosotros pensamos, en nuestra insatisfacción de lo que somos.
          Nos esforzamos a lo largo de nuestra vida, para conseguir lo que necesitamos y deseamos para vivir, para al final darnos cuenta, que hemos perdido la vida por no vivir, cuando estamos a punto de alcanzar por lo que hemos luchado. Desesperados, porque nuestros deseos ya no están en la meta que tenemos al alcance de la mano, que nos obligaría a continuar luchando, sin poder vivir, para alcanzar lo que nos permitirá disfrutar de la vida.
          Nos gritamos a nosotros mismos desesperados, gritamos a los demás a los que hemos abandonado en pos de nuestras ambiciones, gritamos a ese Dios que hemos despreciado absortos en nuestro ego, pidiendo ayuda que nos permita seguir viviendo, que nos permita comenzar a vivir en las circunstancias que estamos ahora, conscientes que estamos a punto de morir sin haber vivido. Tratando de alcanzar el respeto por nosotros mismos, hemos apartado a los demás, rodeándonos de quienes servían a nuestros deseos. Hemos abandonado y despreciado lo que somos, en aras de ser mejores que los otros, mejores que nosotros mismos. Hemos despreciado y negado a Dios, para postrarnos ante el ego y las ambiciones, olvidando que Dios solamente puede manifestarse en nuestro amor por nosotros y la Creación. Aferrados a nuestros deseos, retrasamos vivir y ser felices, a la consecución de nuestras ambiciones, nuestros deseos, el rellenar nuestra insatisfacción.
          Pero no importa cuanto gritemos, no podemos vivir aferrados o atados a nuestros deseos, no podemos encontrar la felicidad buscándola, ni vivir cuando alcancemos algo. Todas esas cosas están a nuestro alcance “Aquí y Ahora”, solamente cortando la cuerda que nos sujeta a la insatisfacción, al deseo, al ego que nos separa de lo que somos.
          El Maestro Zen Sekiso preguntó: “¿Cuándo llegan a la cima de un poste de 30 metros, como pueden seguir escalando?, ante el silencio de sus discípulos, respondió: Dando un paso adelante”.
          La mayoría de las veces, no estamos a un metro, ni tenemos que dar un paso adelante, solamente aceptar lo que somos “Aquí y Ahora”.



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