Hay tantas
veces en nuestra, vida que buscamos desesperadamente lo que tenemos, que es
frustrante ver cuando nos hemos dado por vencidos, que lo que hemos deseado con
todas nuestras fuerzas, estuvo a mano todo el tiempo.
Hay una
historia antigua, que nos dice cómo llegamos a perder nuestra vida, cuando
hemos conseguido lo deseado. Pero también nos recuerda que no podemos pedir ser
lo que no somos, pues por muy alto que lleguemos, la vida nos devolverá a nuestro
lugar. Que nuestra responsabilidad con la Vida no es tanto encontrar cómo
vivir, o cómo debe ser la Vida, sino manifestarla para que alcance su máximo esplendor,
en la que nosotros debemos manifestar lo que somos: Vida.
LA CUERDA DE LA VIDA.- Cuentan
que un alpinista desesperado, se preparó durante años, para conquistar las
altas cumbres. Un día partió, para
conseguir la gloria, él solo, demostrando que estaba por encima de los demás. Escalando
sin descanso, sin paradas, sin compañía, se le hizo de noche, hasta que la
oscuridad le impidió ver el camino, el lugar donde apoyaba los pies, donde se
asían sus manos. Todo era oscuridad, sin luna y las estrellas cubiertas por las
nubes.
Casi al llegar a la cumbre del acantilado, se resbaló, desplomándose
al vacío, … Cayendo a una velocidad vertiginosa, apenas percibía manchas más o menos oscuras, mientras se sentía succionado por la oscuridad. En la caída le pasaron
por la mente lo buenos y malos momentos de su vida. Sintiendo la muerte,
un violento tirón, le frenó de repente, la cuerda y la estaca de seguridad le
habían detenido en el vacío del acantilado. Después de un momento de quietud,
suspendido por los aires, gritó con todas sus fuerzas:
- “¡¡¡¡Ayúdame Dios mío!!!…”
De repente una voz grave y
profunda de los cielos le contestó:
-
“¿Qué quieres que haga, hijo mio?”.
- “Sálvame, Dios mío”.
- “Sálvame, Dios mío”.
-
“¿Realmente crees que te pueda salvar?”.
- “Por supuesto, Señor”.
-
“Entonces corta la cuerda que te sostiene…”.
Hubo
un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y
reflexionó…
Cuenta el equipo de rescate, que al día siguiente encontraron
colgado a un alpinista muerto, congelado, agarrado fuertemente con las manos a
una cuerda…a
tan solo dos metros del suelo…
A veces
pedimos a Dios, incluso sin creer en Él, simplemente desesperados de no creer
en nosotros, por nuestra falta de autoestima, al no respetarnos por falta de
amor. Arrastrados por el ego, por el deseo, por nuestra ambición, por el deseo
de mostrar que somos mejores, no de lo que piensan los demás, sino de lo que
nosotros pensamos, en nuestra insatisfacción de lo que somos.
Nos esforzamos
a lo largo de nuestra vida, para conseguir lo que necesitamos y deseamos para
vivir, para al final darnos cuenta, que hemos perdido la vida por no vivir,
cuando estamos a punto de alcanzar por lo que hemos luchado. Desesperados, porque
nuestros deseos ya no están en la meta que tenemos al alcance de la mano, que nos
obligaría a continuar luchando, sin poder vivir, para alcanzar lo que nos
permitirá disfrutar de la vida.
Nos gritamos
a nosotros mismos desesperados, gritamos a los demás a los que hemos abandonado
en pos de nuestras ambiciones, gritamos a ese Dios que hemos despreciado
absortos en nuestro ego, pidiendo ayuda que nos permita seguir viviendo, que
nos permita comenzar a vivir en las circunstancias que estamos ahora, conscientes
que estamos a punto de morir sin haber vivido. Tratando de alcanzar el respeto
por nosotros mismos, hemos apartado a los demás, rodeándonos de quienes servían
a nuestros deseos. Hemos abandonado y despreciado lo que somos, en aras de ser
mejores que los otros, mejores que nosotros mismos. Hemos despreciado y negado
a Dios, para postrarnos ante el ego y las ambiciones, olvidando que Dios
solamente puede manifestarse en nuestro amor por nosotros y la Creación. Aferrados
a nuestros deseos, retrasamos vivir y ser felices, a la consecución de nuestras
ambiciones, nuestros deseos, el rellenar nuestra insatisfacción.
Pero no
importa cuanto gritemos, no podemos vivir aferrados o atados a nuestros deseos,
no podemos encontrar la felicidad buscándola, ni vivir cuando alcancemos algo. Todas
esas cosas están a nuestro alcance “Aquí y Ahora”, solamente cortando la cuerda
que nos sujeta a la insatisfacción, al deseo, al ego que nos separa de lo que
somos.
El Maestro
Zen Sekiso preguntó: “¿Cuándo llegan a la cima de un poste de 30 metros , como pueden
seguir escalando?, ante el silencio de sus discípulos, respondió: Dando un paso
adelante”.
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