Sería complicado
imaginar cómo sería nuestra vida, si todo este tiempo hubiésemos vivido en el Paraíso.
Qué especies existirían, si las condiciones en nuestro lugar de existencia,
hubiese sido el ideal. Podríamos incluso llegar a preguntarnos, si tan siquiera
habría sido posible la propia evolución.
Dios nos permitió
el “Libre albedrío”, no solamente a nosotros, sino a cuanto expresase la
manifestación de la Vida, porque la Libertad es inherente en la Naturaleza de
la Vida, todo cuanto manifiesta la Vida, tiene como Naturaleza la Libertad.
La manifestación
de esta Libertad, podemos contemplarla, en: “La evolución, la autodefensa de la
individualidad, el sistema inmunológico de todas las individualidades, la
autoestima y respeto por sí mismas de las individualidades, etc.”. En general,
podemos ver ésta Libertad en la manifestación y defensa que cada
individualidad, hace de su espacio, de su lugar en el Universo, de su esfuerzo
por adaptarse a las circunstancias y poder seguir manifestando la Vida, que es
realmente la aceptación de su propia responsabilidad, como individualidad.
En la
siguiente historia, vemos el tipo de vida que buscamos, la facilidad, la no
aceptación de nuestras acciones y actitudes al vivir las circunstancias. Pensamos
que si logramos la perfección para conseguir la vida deseada, todo sería
correcto, al no haber nada a lo que hubiese que enfrentarse, nada que implicase
esfuerzo, nada que cambiase nuestra voluntad o deseos, podríamos existir en
completa felicidad.
DESAFÍO.- Oí una parábola antigua. Y debe ser muy
antigua porque en aquellos días Dios acostumbraba a vivir en la tierra.
Un día un viejo campesino fue a verle y le dijo: “Mira, tú debes
ser Dios y debes haber creado el mundo, pero hay una cosa que tengo que
decirte: No eres un campesino, no conoces ni siquiera el ABC de la agricultura.
Tienes algo que aprender”.
Dios dijo: “¿Cual es tu consejo?”.
El granjero dijo: “Dame un año y déjame que las cosas se hagan como
yo quiero y veamos que pasa. La pobreza no existirá más”.
Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente pidió
lo mejor y solo lo mejor: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el
grano.
Todo confortable, cómodo y él era muy feliz. El trigo crecía
altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había tanta
lluvia como hiciera falta. Este año todo fue perfecto, matemáticamente
perfecto.
El trigo crecía tan alto….que el granjero fue a ver a Dios y le
dijo: “¡Ah Mira! esta vez tendremos tanto grano que si la gente no trabaja en
diez años, aún así tendremos comida suficiente”.
Pero cuando se recogieron los granos estaban vacíos. El granjero se
sorprendió. Le pregunto a Dios: “¿Qué pasó, qué error hubo?”.
Dios dijo: “Como no hubo desafío, no hubo conflicto, ni fricción,
como tu evitaste todo lo que era malo, el trigo se volvió impotente.
“Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos,
los relámpagos, son necesarios, porque sacuden el alma dentro del trigo”.
La noche es tan necesaria como el día y los días de tristeza son
tan esenciales como los días de felicidad. A esto se le llama entendimiento.
Entendiendo este secreto descubrirás cuán grande es la belleza de la vida,
cuanta riqueza llueve sobre ti en todo momento, dejando de sentirte miserable
porque las cosas no van de acuerdo con tus deseos.
Queremos que
sea Dios, quien nos permita conseguir cuanto deseamos, que nos evite los
conflictos, los problemas, que nuestros deseos encuentren oposición. Queremos que
el Universo funcione de acuerdo a nuestros deseos y caprichos. Que todo cuanto
existe esté a nuestro servicio, a facilitarnos nuestra existencia. Deseamos que
nuestra sabiduría, nuestra felicidad, nuestro bienestar, cuanto nos rodea,
simplemente funcione con nuestro pensamiento, nuestro deseo.
Olvidamos nuestra Naturaleza de
Libertad, que no existe en los derechos, en el cumplimiento de los deseos, en
la ausencia de dificultades. Que solamente puede manifestarse en nuestra
responsabilidad, en ser cada instante exactamente lo que hemos creado,
aceptando la responsabilidad de creador. No hemos crecido en el Edén, lo hemos
hecho en la Tierra, en las dificultades en la aceptación de nuestra responsabilidad,
de crear con lo que hay en cada momento, en cada ahora.
Sembramos nuestro ser en la Vida, y
queremos recoger los frutos inmediatamente. Olvidamos que nada en la Vida, recoge sus propios frutos para sí mismos, sino que fructifica al servicio de
los demás, al servicio de la Vida.
No es hacer fructificar los campos, crearles
un medio y vida perfectos, no es tratar de hacer crecer cuanto nos rodea para
nuestro beneficio, lo que manifiesta nuestra Libertad, sino el fructificar, el
esfuerzo por sacar el máximo rendimiento, de nuestra propia individualidad, al
servicio de cada una y todas las individualidades, lo que permitirá que al
abrir los granos estos estén totalmente llenos de Humanidad, permitiendo que todo
lo malo, sea usado para bien.
No es el perder una mitad, lo que hará
homogéneo al Taijitu, sino la eterna unión del Yin y el Yang, lo que hace que
el Taijitu sea Uno.
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