Vivimos tanto, en lo que nuestra mente
nos dice, nuestro enjuiciamiento de las circunstancias, nuestro prejuzgar
automático, que difícilmente podemos encontrar la felicidad. Unas veces es el
esperar el cumplimiento de nuestros deseos, otras que se realice el objeto de
nuestro actuar, otras es que preconcebimos los resultados de lo que acaece.
Vivir en el
Ahora, es la aceptación de lo que está sucediendo, sin deseo de cambiarlo. Es
algo que va a suceder con toda seguridad, que lo que estamos haciendo, que
cuanto existe en este ahora, se transformará y cambiará a otro nuevo. La
aceptación de cuanto hay y sucede ahora, el saberlo suficiente, nos hace vivir
con la confianza de que mañana, será lo que nosotros hallamos creado, no lo que
deseamos o creemos.
La aceptación
nos permite también, confiar en que lo que tenemos, de alguna manera es lo que
tenemos que tener, que nunca nos faltará, ni nos sobrará nada si hemos hecho lo
correcto, porque lo que tenemos es el fruto de lo que hemos hecho y la semilla
de lo que tendremos mañana. Todo dependerá de cómo, cuidemos la semilla, del
lugar que elijamos para sembrarla, de la propia vida y de la semilla, que
solamente sabe que siendo semilla, su aceptación es ser planta, ser fruto,
simplemente siendo semilla.
Una historia
antigua, nos habla acerca de la actitud de vivir, de cómo la aceptación,
independientemente de los frutos, nos permite vivir con felicidad. Esta
historia, es parecida en el fondo al padre cuyo hijo se cae del caballo y se
rompe la pierna, la aceptación de lo que hay, sabiendo que el fruto depende de
uno mismo. La aceptación, de que lo que tenemos, es la felicidad de saber que: “Es Suficiente, para Ahora”.
PRE-JUICIOS.- En una aldea había un anciano muy pobre, pero
hasta los reyes lo envidiaban, porque poseía un hermoso caballo blanco. Los reyes
le ofrecieron cantidades fabulosas por el caballo, pero el hombre decía: “Para mí, él no es un caballo, es una
persona. ¿Y cómo se puede vender a una persona, a un amigo?”. Era un hombre
pobre, pero nunca vendió su caballo.
Una mañana descubrió que el
caballo ya no estaba en el establo. Todo el pueblo se reunió diciendo: “Viejo estúpido. Sabíamos que algún día le
robarían su caballo. Hubiera sido mejor que lo vendieras. ¡Ah! ¡Qué
desgracia!”.
“No vayáis tan lejos” (dijo el viejo) “Simplemente, decid que el caballo no está
en el establo. Esta es la realidad, todo lo demás es vuestro juicio. Si es una
desgracia o una suerte, no lo sé, porque esto apenas es una circunstancia
aislada. ¿Quién sabe lo que va a suceder mañana?”. La gente se rió del
viejo. Ellos siempre habían sabido que estaba un poco loco.
Pero después de 15 días, una
noche el caballo regresó. No había sido robado, se había escapado. Y no solo
eso sino que trajo consigo una docena de caballos salvajes.
A veces nos
parece, que la importancia de la historia radica, en que al final hemos ganado,
que la vida siempre nos dará algo mejor. Lo que nos llevaría al mismo error, de
prejuzgar, o pensar en lo negativo o positivo del cumplimiento de nuestros
deseos.
A veces es el
cuidar el caballo del ego el que al final, se va de paseo y nos da buenos
resultados, otras es el de la ambición, o el hacer el bien para obtener unos
resultados deseados, incluso el del Edén o la buena vida. Donde no encontraremos Felicidad, aunque la alegría de tener, nos lo haga creer.
El hombre pobre, no era pobre: tenía
el amor por y de su caballo blanco, se hacían compañía, se amaban y eran
felices, porque tenían suficiente. La aceptación de tener suficiente, no provenía
ni tan siquiera de tenerse el uno al otro, porque ambos vivían en la soledad de
sentirse uno en su amor. Un día el caballo decide irse, pero el anciano no
siente que haya perdido nada, sigue siendo igual de rico que antes, por seguir
teniendo suficiente. Nunca ha poseído al caballo, por lo que no ha perdido nada,
nada se ha ido porque su amor y él siguen intactos. La gente echa de menos al
caballo, los reyes que querían comprarlo sufren la pérdida y la desaparición de
lo que querían poseer. Tienen el mismo dinero y más que si hubiesen comprado el
caballo, pero se sumen en la pobreza de no poder comprarlo, al faltarles lo más
deseado. Porque el Anciano, no poseía y era pobre según los demás. Los demás
eran pobres hombres, pobres gentes, pobres reyes, independientemente de lo que
tuviesen. El no tener, te hace pobre para los demás, ser un pobre hombre es por
tu espíritu, sin importar las riquezas.
Los reyes y la gente del pueblo, se
alegraron, del retorno del caballo blanco, acompañado de la docena de caballos
salvajes. El viejo pobre, no había conseguido nada, pues en su aparente conformismo,
aceptando lo que la vida le entregaba en cada momento, siguió poseyendo
solamente su responsabilidad y el amor por cuanto vivía con él, sin importarle
qué o cuanto. Él nunca amó al caballo blanco por su hermosura o por buen
caballo, simplemente era una persona llena de amor, que amaba a cuanto llegaba
y lo seguía amando cuando se iba.
Nada se pierde para quien no posee nada,
nada gana el que no posee. En la aceptación está la riqueza y también la
pobreza, porque aceptar es sin discriminación. Aceptar es tener suficiente, el único
lugar donde crece la flor más buscada, “la Flor de la Eterna Felicidad”.
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