Nos habla
Suzuki, del concepto que generalmente tenemos de la naturaleza y la forma de
las religiones en general. De cómo el Zen es considerado por muchos como una
religión o filosofía que nada tiene que ver con el budismo tradicional, viéndolo
como un a aberración o sinsentido del budismo chino.
Para nosotros
que hemos crecido en el cristianismo y que hemos conocido el Zen como Budismo,
de lo más cercano a la propia experiencia de Shakyamuni que pudiésemos
imaginar, nos puede resultar extraño, sin darnos cuenta que poco a poco,
estamos negando las religiones y hemos olvidado el propio concepto de lo que
significa Religión.
ENSAYOS SOBRE BUDISMO ZEN.- D. T. SUZUKI La Vida y Espíritu
del Budismo.- Para aclarar este punto y justificar la
afirmación del Zen de que transmite la esencia del Budismo y no sus formales
artículos de fe, tal como lo registra la letra, es necesario despojar al
espíritu del Budismo de todas sus envolturas y apéndices externos, que, al
atascar el accionar de su original
fuerza vital, tienden a que confundamos lo inesencial con lo esencial. Sabemos
que la bellota difiere mucho del roble, pero mientras haya continuidad de
crecimiento, su identidad es una conclusión lógica. Ver realmente dentro de la
naturaleza de la bellota es seguir la huella de un desarrollo ininterrumpido a
través de diversas etapas históricas. Si la semilla sigue siendo semilla y no
significa nada más, en ella no hay vida; es la pieza acabada de una obra y,
salvo como objeto de curiosidad histórica, carece de valor alguno en nuestra
experiencia religiosa. De manera parecida, para determinar la naturaleza del
Budismo debemos seguir toda su línea evolutiva y ver cuáles son sus simientes
más sanas y vitales que lo trajeron al estado actual de madurez. Si hacemos
esto, veremos de qué manera el Zen ha de reconocerse como una de las diversas
fases del Budismo y, de hecho, como su factor más esencial.
Por tanto, para comprender
plenamente la constitución de cualquier religión existente, de larga historia,
es aconsejable separar a su fundador de su doctrina, como poderosísimo
determinante del desarrollo de esta última.
Si tratase de
seguir las pautas de los ensayos de Suzuki, para mis explicaciones, sería mejor
no empezar, pues mis conocimientos de Budismo son escasos. Razón por la cual no
solamente estaría perdido yo, sino que saldría un sinsentido del escrito, algo
que probablemente siga resultando igual.
Las religiones,
se basan en la experiencia personal de una persona, no suele haber experiencias
de grupo en el nacimiento de las religiones. Como experiencia es
intransferible, por lo que lo único que se puede hacer es ayudar a que otras
personas alcancen su propia experiencia, de lo que hemos llamado “la experiencia del Espíritu”. Al seguir
y estar observando al primero que nos habla de la experiencia, al ser una
persona que ha alcanzado algo que nosotros desconocemos, viendo en Él algo
especial y diferente, buscamos su cobijo, su protección y su luz, para alcanzar
la nuestra. El problema es, cuando no buscamos nuestra experiencia propia, sino
que nos quedamos en la letra y las palabras, de las explicaciones del iniciador, los que escribieron el
principio y los que han aportado las suyas propias.
Si seguimos a
alguien que haya experimentado en un momento de hambre, comerse un pincho de
tortilla con una caña de cerveza, podremos estar llenos de alegría por sus
explicaciones de la textura de la patata, del sabor del huevo, de si tenía o no
cebolla, del frescor de la cerveza y las cosquillas y el sonido de la espuma. Pero
eso no nos servirá de alimento, es condenarnos a nuestra propia muerte. No importa
que algunos, basándose en la patata, amplíen la enseñanzas, con: “patatas
ali-oli, bravas, fritas, hervidas, pobres, o incluso con tortillas de todo
tipo: espárragos, atún, francesas, de lentejas, de lo que queramos, comidas con:
agua, vino, podríamos ampliar el conocimiento de sus enseñanzas de la
alimentación de nuestro cuerpo, hasta el infinito. Pero solamente comiendo
nosotros mismos, haríamos que las enseñanzas no estuviesen condenadas a la
muerte.
La Religión
es algo vivo, es Vida en sí misma, es el alimento de lo que nosotros llamamos
Espíritu, que es la mitad buscada por la materia, la que come pinchos de
tortilla, para alimentarse de la Vida que hay en ellos. Pero el Espíritu tiene
que alimentarse, no le sirve que leamos, recemos o hablemos de Religión. No importa
cuántos recetarios o religiones conozcamos, a cuántos Maestros sigamos. La Religión
hay que vivirla, hay que darle vida en nosotros, porque al igual que el cuerpo
no puede alimentarse de las explicaciones de otras experiencias. Nuestro Espíritu
no puede vivir, si lo alimentamos de lo que otros han experimentado.
Creemos que
la Religión es una mentira, que hay diferentes por opuestas, pero el alimento
del Espíritu al igual que el del cuerpo, es variado, personal, solamente
podemos alimentarnos a nosotros mismos comiendo lo apropiado para el momento,
para la ocasión, aceptando lo que en cada momento nos es ofrecido.
Nuestra responsabilidad
es el uso que hacemos del alimento, de la vida que hemos comido para alimentar
la nuestra. Nuestra salud, dirá si hemos usado correctamente lo que nos ha
alimentado. Cuando nos alimenta la Religión, lo natural es la Humanidad, lo
Espiritual.
Cuando seguimos
lo que nos cuentan, lo natural es la gente, la muerte, la ambición, el miedo,
la protección y el aferrarse de la materia.
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